Escrito por:
Sebastián Gaitán
PRÓLOGO
Con el transcurrir del tiempo clasifiqué a
los seres humanos en tres tipos: aquellos
que no quieren morir, aquellos que esperan morir algún día y aquellos
que aceleran su muerte con cada acción que realizan, después de tanto empirismo
desconcertante, descubrí que intentar controlar nuestro porvenir y futuro es un
esfuerzo inútil, ya que al final: la vida termina haciendo con nosotros lo que
se le da la gana, las necesidades creadas por la sociedad en la que crecimos
modifican nuestro comportamiento originario, son falacias que carcomen el
cerebro como gusanos las manzanas, sin darnos cuenta. Creo que es muy difícil
abrir los ojos cuando se está ciego por el conformismo, es imposible despertar
hacia el mundo real sumergidos en un sistema de esclavitud empresarial y
estatal, limitándo todas las libertades, otorgándonos felicidad económica
proporcional al desgaste del esclavo.
Antes de comenzar a escribir éste libro me
senté en silencio solitariamente en el borde de una montaña, después de un
largo viaje, de pronto, me di cuenta de que estaba parado en la mitad de la
vida intentando darle un sentido a la otra mitad restante, intente buscar una
respuesta a tan tediosa incertidumbre y con el pasar de los días encontré a la
literatura, como la forma más sencilla de entender que la realidad se compone
de varias realidades paralelas, relativamente, como un universo de ideas dentro
de otro universo, metido en un libro que fue pensado primero por un cerebro y
que ahora va a leerse en esta dimensión, aprendí que las pinturas surrealistas
más hermosas son las que llevamos tatuadas en la parte interior de los
parpados, aprendí que los cuentos se escriben solos cuando provienen de la
fuente más profunda del subconsciente, aprendí que el silencio es el arma más
fuerte contra la estupidez manifiesta, aunque algunas veces también pueda ser
una traición, olvidé el color del arcoíris desde que perdí la visión por las
ilusiones terrenales, algún día tomaremos el cohete que aterrice en el planeta
recubierto de girasoles de donde provienen nuestros primeros antecesores, los
dioses, ebrios por el olor de la psicodelia telequinética y el alucinamiento radioactivo.
Esta historia pasa de aquí a su comienzo
una mañana soleada sobre un columpio, sigue a través de estas mismas páginas
como fantasmas y termina tan levemente como un sueño casi real, ahora pasen,
sean bienvenidos todos, ¡pasen! !pasen! Sean bienvenidos, esto es: ¡el circo
del infierno moderno! Verán actuar a los mejores malabaristas, saltimbanquis,
faquires, payasos, mimos, bufones y sátiros de las profundidades de la mente,
crearán un escenario entre lo real y lo que no, para deleitar al público con
las más exquisitas ideas, los lectores, los confundidos seres errantes que
labran su destino sobre un mar de sueños inestables. Debo decir que los autores
auto-financiados tenemos la ventaja de saber lo que queremos, ¿entiende usted
donde está ubicado en este momento? O ¿para donde va? ¿Señor? ¿Señorita? ¿Me
escucha? ¿Sabe usted para donde va el planeta? Gracias, ¡muchas gracias! ¡Buen
provecho!
CUENTOS
MANUAL PARA
IMAGINAR COLUMPIOS
Mi padre fué un modesto profesor de
español antiguo, en los años ochentas vivíamos cerca de la biblioteca del
pueblo, cuando el murió, en el interior de su escritorio, encontré dos
manuscritos. Estaban redactados con lápiz sobre pergamino, el paso del tiempo
borrò algunas frases. El primer pergamino hablaba sobre la teoría de las ideas
innatas, que consiste en el análisis de los fenómenos que provienen de
experiencias vividas en el útero materno, como base de la represion del
inconciente . El segundo manuscrito no es una teoría como tal, es un manual, un
instructivo, un listado de pasos para lograr alcanzar la felicidad por medio de
un trance hipnótico auto inducido, voy a tratar de explicarlo de una forma
resumida:
Se debe situar el cuerpo frente a cualquier
pantalla natural, observándola fijamente, proyectando la imaginación sobre su
superficie, puede utilizarse cualquier pared en blanco que se encuentre cerca,
el cielo azul despejado en un día soleado, alguna de las nubes que pasan sobre
la ciudad o la parte interna de los párpados, luego, se debe concentrar la
mente en eliminar los pensamientos que por ella transitan, apartándose del
ruido, adentrándose en una meditación profunda, calmada, en una especie de
trance paciente, una introspección personal a fondo, dejando que los recuerdos
broten de la mente como ríos de experiencias e imágenes, para verlos
proyectados sobre la pantalla, la infancia, la niñez, como si estuviéramos
balanceándonos en un columpio, tranquilamente, en medio de un extenso y
arborizado parque, lentamente, como niños. El experimento puede durar hasta
tres minutos máximo, ya que el exceso de endorfinas puede ocasionar un trance
permanente, un estado de coma.
II
Ana me dejó experimentar la teoría, ella
fue mi primera paciente, se encuentra ahora en la camilla de un hospital,
meciéndose aún de lado a lado, como si estuviese aun sobre el columpio. Tiene
una sonrisa en el rostro imborrable, los ojos cerrados. Mientras tanto, yo me
encuentro recluido en esta celda, en
esta cárcel, esperando el juicio que se me está llevando por el delito de
intento de homicidio, necesito que Ana despierte, llevo dos años recopilando la
historia una y otra vez, narrándosela a abogado tras abogado, intentando lograr
que me crean o me permitan salir del hospital para visitar a Ana, necesito
demostrar mi inocencia, debo intentar despertarla, después de mucho reflexionar
creo que encontré como hacerlo.,
III
Todo comenzó una mañana lluviosa de abril,
en la cual, caminé por las calles coloniales del centro de la ciudad buscando a
las personas más necesitadas de felicidad, queria regalarles una copia del
manual para imaginar columpios, deambulé con indigentes, prostitutas
atormentadas, enfermos, ancianos abandonados, metaleros, poetas de café, fue
así como conocí a Ana.
Ella era una joven confundida, su cabello
siempre ha sido de un color negro indeciso, su piel fue pintada con pecas, la
ropa que usaba era tan humilde como las ediciones de los libros que leía y su
forma de andar de asemejaba a la de un misógino desesperado, charlamos por
primera vez en la esquina de la calle 19 con tercera, por casualidad literaria,
se hizo mi amiga, nos frecuentábamos en los recitales de poesía, en las plazas
artísticas, discutíamos sobre la dialéctica en las escuelas literarias, el
teatro dadaísta, nada fuera de lo anormal, hasta que un día, en medio de una
discusión, ella me dejo ver sus lagrimas, la tristeza profunda e intolerable
que ocultaba frente a las demás personas, le propuse un par de terapias con el manual para imaginar
columpios que escribió mi padre, aceptó emocionada, le interesaba más la
materialización práctica del experimento que la teoría.
Fuimos a su casa, estábamos muy
emocionados por nuestra aventura psiquiatrica, se sentó en una silla de madera
frente a una pared en blanco, en la sala, tomó el manual leyéndolo en voz baja
detenidamente, luego de cinco minutos de trance, se desmayó. Yo pensé que
estaba dormida, fui hacia mi casa dejándola con su alucinación infantil
recostada sobre la cama, descansando, Al día siguiente la policía arribó a mi
puerta arrestándome.
Han pasado tres años desde entonces.
La prisión es el ejemplo más voraz de la
depredación en la cadena alimenticia, en su máximo nivel de complejidad, con
puñales bajo la almohada y sueños al son de los insultos, todos esperan salir
pronto, al igual que yo, guardamos una especie de esperanza que se hunde en la
soledad, tras los barrotes, en los bolsillos, soy invisible, en la cárcel y en
las calles que solía transitar.
El día del juicio, los señores de corbata
llegaron a mi celda, fueron a esclarecer si he perdido la razón o si pueden
entenderme. Me llevaron hacia un juzgado esposado. Al llegar al estrado me
interrogaron hablándome fuerte, acusándome injustamente, entregándome un texto
con el manual para imaginar columpios para que lo explicara al juez, a las
partes y al fiscal, como la única prueba de mi defensa, todos querían escuchar
una explicación. Tomé el manual y lo leí en voz alta, varias veces. Después de
leerlo, nueve de ellos cayeron al suelo con parálisis corporal, balanceando su
cuerpo con una sonrisa en el rostro, los demás se escandalizaron, se asustaron
y comenzaron a correr en círculos por todo el juzgado, se iban desmayando,
huyendo del tribunal, aproveché la confusión para escabullirme entre las
personas y escapar, subí por una escalera paradójica, que me llevo hasta el
sótano, salí caminando disimuladamente por la puerta del parqueadero. Pasé
desapercibido, al llegar a la esquina del semáforo de la calle del Liceo
Romano, tome un taxi hacia mi casa.
IV
Cuando llegué mi esposa abrió la puerta
abrazándome de inmediato, eléctricamente, transfiriendo su energía dentro de mi
nada, no podía creer que había escapado de la cárcel, el tiempo corría más
lento ahora en mi casa, estoy seguro que el manual para imaginar columpios es
el invento más importante del siglo veintiuno, erradicaré la tristeza de todos
los seres humanos, sus depresiones, preocupaciones, sus karmas cíclicos. Mi
conciencia e intuición me llaman, debo aprovechar esta oportunidad para buscar
a Ana en el hospital central, para despertarla, así podrá decirle al mundo
entero que está viva de nuevo, curada de la desesperanza y lo más importante,
gritará a los que nunca me creyeron que el manual sirve, que no tengo por qué
estar en la cárcel, reafirmará mi idea de que el futuro es un inevitable
monstruo de infinitas posibilidades, que se abalanza sobre tu pecho. Soy
inocente.
V
Salgo de mi casa y tomo un bus en la calle
de enfrente hacia la clínica central, me siento en la silla de la ventana del
tercer puesto de la derecha, mientras el bus avanza veo las casas, los
transeúntes, los edificios, los arboles, el cielo gris y un poco lúgubre, el
laberinto asfaltado, pienso en las libertades del ser humano, en su amplitud
ignorada realmente, enceguecida, limitada por la costumbre de satisfacerse de
rutinas, conformes, conformes. Pienso en la sociedad perfecta, un lugar donde
las personas reciben sus salarios proporcionales al grado de satisfacción que
tienen en sus trabajos, donde se asigna una casa y un paisaje acorde con el
nivel de necesidades intelectuales, donde el hambre, la enfermedad, la falta de
educación, no existen por la gratuidad de su requerimiento y la perfecta labor
de la administración pública, donde los policías y ladrones están prohibidos
por la conciencia social, fundada en valores individuales de respeto, con
pensamientos colectivos que no atenten contra los demás asociados, lo propio y
lo instintivo.
Me bajé del vehículo en la estación del
hospital. El edificio blanco de enormes proporciones me puso nervioso, me
acerqué a la puerta sintiéndome por primera vez como un delincuente, ingresé
sin mayor problema buscando el pabellón de cuidados intensivos. Aterrorizado,
una enfermera me detuvo preguntándome: ¿A quien busca?, enervado, respondí: a
una paciente que se encuentra en estado de coma, su nombre es Ana Osorio. Ella
está en la habitación 417 respondió, en el cuarto piso, donde los respiradores
artificiales se confrontan con los desfibriladores y la muerte. Subí por las
escaleras, entré en la habitación, allí estaba ella, tan hermosa como
raquítica, recostada sobre las sabanas blancas con los ojos bien cerrados,
meciendo su cuerpo como en un columpio, como la deje en su apartamento aquella
tarde, me acerqué hacia su cuerpo dormido, lentamente, besé sus labios,
sonrientes, sin que nadie lo supiera jamás, levanté el cuerpo medio inerte y
subí su estomago en mi hombro, desconectándola de todos los cables que invadían
su cuerpo, la senté sobre una silla de ruedas, tomé una bata blanca del baño,
un tapabocas y salí de la habitación, nadie me observó sospechosamente, al
parecer a nadie le importa, creo que soy invisible, aquí, en la cárcel, en la
calle, todos están tan ocupados con sus anoréxicas existencias que no escuchan
más que su propia voz.
Salí del hospital con Ana, me sentí como
el ganador del premio nobel de metafísica, como un campeón olímpico en robo de
pacientes de hospital; fuimos al parque más cercano que encontré, acerqué la
silla de ruedas hasta el área de los columpios para niños, sostuve de los
brazos a Ana alzándola de la silla, sentándola en el columpio más grande que
encontré, meciéndola lentamente. Su alma se movía al compas con su cerebro y su
cuerpo se mecía al compas de su realidad, poco a poco las dos formas de
felicidad que se mecen disparejas fueron empatando, encajando, como el alma
cuando vuelve al cuerpo después de desdoblarse y realizar un viaje astral. Ana
abrió los ojos, me abrazo llorando y se rió.
VI
De vuelta a mi casa tomé un taxi, Ana se
fue hacia la clínica de nuevo a dar un testimonio del milagro del manual para
imaginar columpios, quería recomendarlo como objeto de estudio para la ciencia
psiquiátrica. Mientras tanto yo estaba en el vehículo regresando a mi morada,
después de despertar a mi primera paciente, observé contemplativamente por la
ventana el caos matutino y pensé: ¿Cómo sería el mundo si todas las personas
tomaran las riendas de su vida? Me pregunto ahora ¿los seres humanos podrían
controlar su libertad siendo absoluta?, ¿sin autodestruirse? El manual para
imaginar columpios es un intento para lograr enseñar a las personas las razones
verdaderas por las que existen en el mundo, el libro será tan leído por las
próximas generaciones como el manifiesto comunista, el Corán o la biblia por
que, no conozco al primer individuo que no busque instintiva e intensamente la
felicidad.
Llegué a mi casa encendiendo el televisor
inmediatamente, mi esposa no se encontraba, en todos los canales nacionales
estaba el rostro de Ana rodeada de micrófonos, su gesto al hablar era
sonriente, periodistas, policías, no paraban de acosarle, cámaras, las
preguntas llovían sobre su cabeza como las miradas desconcertadas, nadie en el
país podía creer que había despertado del estado de coma, mucho menos que la
hubiera despertado yo, no paraba de sonreír mientras decía sus declaraciones,
dijo en voz alta a todos los medios de comunicación que yo era inocente del
delito que se me imputaba, que el manual para imaginar columpios es el invento
más importante de este siglo y que nunca había sentido su cuerpo y su alma tan
compatibles, gritó a todos los oídos del mundo que me debían una disculpa por
enviarme a la cárcel, la fuerza pública, los medios de comunicación, los
desesperanzados, los filósofos se pusieron de acuerdo en hallarme lo más pronto
posible, la sociedad desconcertada, curiosa, se abalanzó por las calles en
estampidas en busca de mi cuerpo y mi manual para imaginar columpios, todas las
esferas de la sociedad querían escuchar la versión de quien nunca fue
escuchado, los intelectuales, los curiosos, los políticos, los enfermos
mentales, los payasos, los mimos, los programadores neurolingüísticos querían
una respuesta, deseaban saber la forma en que se puede despertar del trance
para usarlo como terapia. Nadie sabia como volver del estado de coma excepto
yo, todos querían una explicación, un manual para cada uno de ellos e
instrucciones para regresar al mundo real.
Esa noche recorrí mi casa lentamente, besé
mis libros de Simone de Bouvair, Chaparro Madiedo y de Bernous, la foto de mi
madre, la imagen de Pink Floyd, los acetatos de Radiohead, destruí el manual
para imaginar columpios en el fuego de la chimenea, hoja por hoja y me quite la
vida.
JAPHY RYDER
EN
BOGOTALIPSIS
Yo no quiero libertad, ¡quiero
libertinaje! que la gente se desenmascare, que griten en conjunto: ¡No queremos
trabajar! ¡No queremos estudiar!, queremos follar, queremos embriagarnos,
queremos bailar, queremos sonreír y morir felices, por idílico, ingenuo,
estúpido o cínico que parezca. No queremos mentir con un triste sueño
capitalista o un “te amo”, preferimos la sinceridad del ¡quítate las bragas! y
¡suelta al caníbal reprimido que hay tu cuerpo! ¡Libera al depredador!, pues tu
moral solo existe para ser devorada por él. Mata el sentimiento para que puedas
disfrutar del placer en su estado más puro, para lograr disfrutar de la
abundancia y el vació en la ciudad del libertinaje, Bogotá, una colmena que
sufre un salto en el tiempo, que se destruye para construirse sobre sus ruinas,
como un fénix inclemente que muere y renace varias veces, para lograr entender
su destino.
Las calles están cambiando, la vieja
ciudad se moderniza con cada metro de asfalto, se reconstruye con cada trancón,
con cada obrero alcohólico que frena el tráfico, con cada embotellamiento de
vehículos que termina en catástrofe, con cada retroexcavadora en medio de la
carretera, con cada policía de tránsito gritando, con cada estudiante dormido
en un bus, con cada vendedor ambulante, con cada malabarista, faquir, mimo,
saltimbanqui, payaso, y sátiro que traga fuego actuando en los semáforos,
entreteniendo la espera del progreso, el silencio de las maquinas, la falaz
prosperidad del desarrollo.
Los bares en el centro de la ciudad abren
a las 11am. Cuando es muy temprano algunas veces, no sé a dónde ir, soy una
persona común y corriente, como las hormigas que salen de su nido para
trabajar, escapando de la pisada de los animales más grandes, así salgo de casa
todas las mañanas, tengo la ventaja de saber que moriré pronto, porque la
muerte siempre me recuerda que todas las personas pertenecen a la brisa del
olvido.
La ciudad es mi delirio. La muerte es mi
musa, mi principal fuente de inspiración, la ciudad es mi amante eterna, la
muerte baila conmigo en mis noches de soledad poética, desea mi cuerpo, mi
abrazo, pide a gritos mi alma valiente y centelleante, la ciudad me hipnotiza,
me embriaga, me llena de motivos para seguir viviendo, me enseña el sentido de
la vida, mientras la muerte, vive dentro de mis células, está presente en cada
una de mis acciones, en cada bar, en cada iglesia, en cada ventana esperando a
que caiga de repente, baila sobre mi cuerpo, sobre mi cráneo, sobre mi
almohada, dentro de mis sueños, me busca, me envidia, me enseña realmente lo
importante, lo esencial, lo familiar, lo íntimo, conoce lo más privado de mi
subconsciente, me muestra que el tiempo es lo único sagrado, también, me enseña
a valorar los lugares que hay en Bogotá, las personas, los objetos, los relojes
que guardan celosamente nuestros últimos segundos.
La
ciudad huele a muerte. La muerte escoge a sus poetas, a sus seguidores,
nombrándolos guardianes de sus símbolos, servidores de su lenguaje, esclavos de
su voluntad, delirantes, como aquel viejo y sabio rey lagarto cuya sombra nos
persigue y versifica nuestros pensamientos.
Tengo veintidós años, peso ochenta kilos,
tengo la piel negra y los ojos amarillos, rodeados de pequeñas venas rojas, me
encuentro parado en medio de la vida, intentando encontrarle un sentido a la
otra mitad. Soy tripolar, dependiente y asimétrico, ecléctico y caoísta.
Pienso que
nacer es empezar a morir, pienso que germinar es respirar por segunda
vez el olor del olvido, pienso que el oxígeno irónicamente nos da la vida y nos
la quita, nos mantiene libres y en cautiverio, nos da la bienvenida a este
teatro de lo absurdo y a la vez nos despide oxidando nuestros órganos,
Creo que vivimos en el mundo de lo
hegemónico y lo apolíneo, de lo concupiscente y lo dionisiaco, donde
lo más importante para llegar a ser, es cumplir con el deber ser.
Pertenezco a la cultura de la satisfacción
por la satisfacción, el placer y el hedonismo son ahora nuestra bandera, la
rutina del éxtasis por el éxtasis de vivir extasiado y el disfrute del clímax,
llevando siempre los sentidos del cuerpo al límite de la percepción, la
testosterona y la adrenalina en los más elevados niveles de producción y la
hipófisis, a punto de estallar, como una olla a presión, mientras que, son
exprimidas nuestras glándulas suprarrenales por la ansiedad psicotrópica,
utilizando la felicidad que nos venden a los jóvenes por 10.000 pesos la dosis.
En donde vivo las luces no tienen orden,
las pupilas se dilatan y el mundo se dilata, voraces dragones llaman al pecho,
las ideas te seducen y brillan sin orden, como las luces del centro de Bogotá,
donde vez de frente a la decadencia diciéndote: “resuelve mis problemas y a
cambio te eximiré de tus culpas”; así es, aquí los mendigos son los curas que
redimen tus pecados. La ciudad es un espejo gigante donde escupes y terminas
escupiendo tu propio rostro. Aquí la lisonja tiene criterios morales para
existir.
Sí, es de noche y esta puta ciudad
disfrazada de dama aún tiene las piernas abiertas, me habla, me susurra el gran
enigma, el gran secreto, la gran puta, quiere que la pisotees y disfrutes. Me duelen los puños. Me doy cuenta de que
aquí se vive a toda mierda, que la malicia reina en el mundo, que las sonrisas
son máscaras que las personas utilizan para distraer, que el amor trae en sí
mismo la traición.
Me pregunto ¿de qué sirve el perdón cuando
todo ya está vuelto mierda? ¿De qué sirve asustarse si la muerte siempre
acecha? ¿Para que la realidad si te queda corta? Es mejor vivir al máximo todos
los instantes, antes de que la vida llegue a su crepúsculo. La noche encarna el
deseo, el día, es una farsa monótona en la que todos buscamos refugio. El
alcohol es el inhibidor de temores y complejos, la droga es el poder de jugar
con la realidad, la mentira que descubre la mentira.
Un tablero, un libro, una silla, un
maestro
Una pluma, una hoja, la tinta, dos versos,
El asfalto ardiendo por escribir sonetos
Un problema, un suicidio, un código civil
Un diario, una bitácora, una cábala al
revés
Una mentira, un dios, una infamia
creciente
Un rey que se rinde en su reino de ajedrez
Un caballo, una torre, una mano invisible
Una metempsicosis inducida, un tren
Una tabla ouija, un gato muerto, unos
sueños paralelos
Una palabra, un universo, un planeta, una
mujer,
Un continente, un país, una región, una
ciudad,
Un barrio, una casa, una puerta, un vaivén
Una cama, una sábana, un cuerpo que duerme
Un poeta que sueña que vuela sobre el,
La muerte, un corazón, una válvula dañada,
El hígado, las venas, un cáncer, un pulmón
Un viejo, una sonrisa, una boina enamorada
Una pipa de madera, un laberinto, una
canción
Un estupor, una salida, un circulo, un
fénix
Un misántropo, un cerebro, una gran
confusión
Un maldito semoviente, un billete, un
telegrama
Un abogado, un policía, un juez, un ladrón
Existe una inmensa torre de energía
incrustada en los cerros orientales de la ciudad, donde cualquier persona puede
llegar y sentarse a contemplar la destrucción del mundo, nosotros le llamamos
“la Antena” ¡siempre está abierta! Bajo su estructura de acero las ideas se
elevan, es el lugar más perfecto del planeta, donde confluyen los ideólogos más
abstractos de la ciudad para analizar la realidad de Bogotá, desde varias
perspectivas, debatiendo filosóficamente, discutiendo la historia del
país, la actualidad mundial, permitiendo la expresión libre del
pensamiento, emitiendo mensajes como símbolos, donde la psicodelia se confunde
con el paisaje y logra materializarse por medio de la libertad, en medio de
alguna meditación artística colectiva, donde el arte, la contemplación estética
y la reflexión introspectiva, permiten que los visitantes se conecten con la
conciencia de la sociedad, con la realidad de lo irreal, con las ideas más
importantes de la historia, con la voluntad de crear, consigo mismos,
aprendiendo a descifrar la conciencia del universo, convirtiendo la rutina en
algo más divertido y tolerable, emitiendo un mensaje por medio de la torre que
nos cubre y protege, ¡La antena es una metáfora! ¡Es un simbolismo!
Llegar es muy fácil, la estructura se encuentra ubicada bajo el
manto de Guadalupe, en el olimpo radical. Los más afortunados, la han
encontrado buscando sabiduría o escapando de la tempestad. Aunque personalmente
prefiero los bares, pero no siempre están abiertos. Las meseras de las tabernas
en el centro de Bogotá llegan después del almuerzo, por eso tengo que subir a
la montaña para ir a la Antena, donde puedo ver a las demás personas con lo
sueños rotos salir de su lugar de trabajo
Todos caminan cabizbajos y las luces de
los coches y los buses empiezan a brillar, la torre Colpatria enciende su luz
fluorescente, dando la señal de que la noche nunca espera, sino que, es Bogotá
quien espera y ahora recibe la noche, mientras que la luz de la luna juguetea
con las partículas de la polución, demostrándonos que hasta la contaminación y
la autodestrucción son hermosas.
En la “Antena” me he dado cuenta de que
todos los seres humanos somos cenizas de nuestras propias acciones, somos
jueces y acusados, somos enemigos de nosotros mismos, víctimas y victimarios,
asesinos y cadáveres. Nuestra finalidad es producto de nuestra impaciencia,
nuestros errores son el resultado de nuestra ansiedad, somos los constructores
de nuestra propia destrucción, los asesinos de nuestros sueños. Hijos de la
adicción, padres de la mitomanía, hermanos de los parias, amantes de la
soledad. La enfermedad de la depresión corroe siempre todas las esferas de la
sociedad Bogotana, la locura está dando saltos en el tiempo, en este océano de
morales, el hombre se ahoga en sus viejos valores y Dios navega en la barcaza
endeble de la fe.
Sin embargo, aún quedan fuerzas en
nuestros brazos para nadar a la isla del libertinaje. Allí encontraremos
siempre comida en abundancia, pero nunca saciaremos nuestra hambre.
Encontraras vino infinito, pero la
embriaguez te recordará la soledad, encontraras ninfas excitadas para follar
con la mayor depravación, siempre insaciables, mientras el vació llena tu
corazón.
En Bogotá no hay nada que perder, ningún
corazón para romper, ningún fósil que idolatrar, el borrón de las fronteras, la
extinción de los prejuicios, La aristocracia y la plebe se vuelven uno,
desaparece la máscara del estrato social y las realidades finalmente se
muestran como son: objetos de consumo temporal no susceptibles de apropiación.
Una nube negra sobrevuela siempre los
tejados de la ciudad, alejada de Dios, se esconde de su propia mirada, a lo
lejos, centellean los rayos, demostrándonos el poder que encierran sus
montañas, sus edificios, sus transeúntes. Los vientos juegan con los dientes de
león, también con los largos cabellos de un indigente, acarician los bellos
públicos del presidente y se llevan el humo de mi cigarro.
Todo esto mientras Bogotá como una buena
puta abre sus piernas para recibir la noche, porque hoy es un día rutinario de
esos que producen risa silenciosa, una melancolía algo ansiosa nos rodea, una
necesidad viciosa nos corrompe, se nos va la madrugada y llega el tedio de la
mañana, voy a comenzar un día más en la universidad.
II
Entrar en la Universidad y en el aula de
clase, es como visitar una jaula donde se exhiben algunos animales desesperados
por llamar la atención.
Las hienas esperan cautelosamente la
carroña, el león se yergue al ver ingresar a las ardillas, las cacatúas se
arreglan el plumaje frente al espejo, los lobos se ocultan tras el rebaño, los
búhos abren los ojos mientras el cerdo que envidia el sobrevuelo del halcón
gruñe.
Voy caminado cautelosamente para sentarme
en mi silla, frente a la ventana, A escuchar al maniquí parlante que repite un
discurso sobre una supuesta justicia, que, lo único que hace es servir de
barniz a la hipocresía del estado.
En esos días negros, en los que no te
entiendes,
en los que no sabes el origen de la
tristeza,
en los que los pensamientos son puñaladas
al corazón,
en los que el peso de la existencia se
duplica,
en los que los ojos permanecen secos y
perdidos, mientras el alma llora.
En esos días negros,
el sol espera a brillar detrás del cumulo
nuboso mientras
el pasado es una sombra que acecha al
presente y
el futuro es una selva virgen que quiere
quedarse así.
Abogados, trajes y corbatas que esconden
cuerpos enfermos y mentes cuadradas, operadores del sistema que asesinaron a su
niño interior cuando recibieron el diploma de grado, estilistas del poder, que
utilizan a la jurisdicción para obtener dinero y no justicia, que
instrumentalizan los derechos humanos para sacar algún provecho personal,
adictos al prestigio, al poder, que viven engordando sus arcas aprovechándose
de la desgracia ajena, que alardean de liberalidad constriñendo a sus clientes
y estudiantes (contradicción obvia y por ello tan difícil de ver), burlándose
de la Diosa Temis, comprándola, pisoteándola, irrespetándola, utilizándola para
fines egoístas, convenientes, corrompiendo su función y designio.
Día a día nos dicen: la teoría es esta,
pero en la praxis nos limpiamos el culo con ella, ¡y claro!, con esa misma
comemos, por eso, apréndansela bien.
Boccanegra nos habla de la justicia en un
poema, nos dice:
“…comprendí entonces que, la mujer del
prójimo es ajena, incluso para él”
La justicia es femenina, por ello es tan
ajena para hombre. Parados en la mejor facultad de Derecho de Colombia, donde
te estimulan para lamer suelas. El éxito que nos prometen con su nombre, solo
llega después de cometer sus mismos errores. Abogados: sabemos de todo y
sabemos nada. Es tan contradictorio que estudiemos las leyes de un congreso tan
risible, parecido más a un zoológico que a un parlamento ¿Entonces quiénes son
los idiotas? ¿Cómo pueden llamar a esto aprovechar el tiempo? ¿Por qué se
jactan de un conocimiento copiado? Somos comerciantes de teorías, por eso el
traje es tan importante.
Me duele la cabeza. Sigo nadando en este
mar de cráneos, sintiéndome extraño. Me Salgo de la Universidad más confundido
y aturdido que ayer, dirigiéndome hacia la carrera séptima, sintiendo que este
mundo es ilógico, que soy una mula halando una zorra con una venda en los ojos,
que solo me deja ver el panorama que me muestran y no me permiten ver a la
periferia, para que no me asuste.
Halo esta zorra que le da de comer al que
me maneja y como muestra de agradecimiento recibo un fuetazo.
La vida es un sueño que el trabajo no
puede frustrar, pero en Bogotá esto es
ilógico, pues para comer necesitas trabajar y para trabajar necesitas ser un
sueño roto o un niño asesinado.
En esta ciudad donde la felicidad se
reduce a un trabajo bien remunerado y una linda foto de perfil en
Facebook.
Bogotá, algo no está bien, mírala a los
ojos: ¡¡¡VEZ!!! Algo no está bien. Es un
poco de ti, más las personas que conoces, más la información que adquieres,
donde tiene más sentido la misantropía que la filantropía.
No lograré ser tan viejo como mi abuelo
Tampoco como mi padre
Definitivamente no tendré hijos
Tampoco obligaciones,
Cuidaré celosamente mi libertad solitaria
Mientras existo recorriendo el mundo,
Como un hombre globalizado.
Ahora regreso a la Antena, me siento de
nuevo al lado de mis amigos Nicolás y Juan Burnout, en medio de los cerros
orientales, en la cima de olimpo radical, para hundirme en el océano de mis
pensamientos, no quiero bajar de la montaña de nuevo, me gusta mucho estar en
la Antena, el tiempo transcurre tenue, no, no es tenue, es voraz, es rápido, te
aprisiona, te arrastra.
Quieras o no mañana vas a regresar al
claustro de apología a la hipocresía. Pero tengo una idea, esa idea es un
motor, no, no es un motor, es la voluntad de crear.
Unas lágrimas se deslizan por mis mejillas
al pensar que esta es la herencia de los que vienen. Todo lo de adentro está
afuera. Todo esto se podría resumir en una frase: ¡hay que romper la ciudad con
los puños y construir otra más utópica! La anarquía me llama, ¡la soledad es
una sombra apacible que te aconseja bien siempre!
Comienzo a bajar del cerro asesinando mi
alma, navego sobre las curiosas calles de la candelaria que huelen a cadáveres,
sobrevolando las cabezas que transitan retornando hacia sus casa y como si
nada, analizo que la calle también es un zoológico, donde los elefantes parados
en las esquinas repiten sandeces y las mismas hienas esperan cautelosas la
carroña, quizás morir no valga la pena.
El sueño me esquiva, se esconde debajo de
las teclas, el cansancio no es suficiente, los parpados pesan, pero no se
cierran, 2am, mi única compañía es el recuerdo del deber, mi único amigo es el
final, un poco de nostalgia, un poco de una alegre melancolía que no escatima
esfuerzos en construirme puertas para que salga de ella. El frio, el cigarro,
los pensamientos, inhalación, exhalación, fumo nuevamente, la luz de la calle
dibuja en la pared la silueta de la ventana, mi deseo por soñar no encuentra
espacio en mi cama, las paredes empiezan a hablar, las puertas lloran, el
closet ruge, afuera alguien camina, solo camina, pero no golpea mi puerta, una
multitud de murmullos se escuchan debajo del piso de madera y una sombra pasa
por mi espalda y se para frente a mí, tiene cabellos muy largos y los ojos grandes
con sus pupilas siempre dilatadas, no habla, solo me mira, siento miedo, quiero
salir corriendo pero prefiero quedarme a escribir, siento el aliento de la
sombra en mi oído, me susurra lo que quiere que escriba, mi mano se mueve al
ritmo de frases frías y muertas, soy el lapicero de esta sombra extraña, que al
igual que yo, el insomnio no la deja descansar en paz.
Fue necesario que el niño muriera
Para que el hombre naciera,
Después,
Nació el niño, y su propio tiempo se
volvió ajeno.
Lo que nuestros padres nos regalan no es
dinero,
Sino tiempo.
III
En Bogotá sufrimos de la condena
terrenal, tanto como los camellos, como
los fieros tigres que vagan solitarios por la estepa, huyendo del peligro,
superviviendo. Soy consciente de que el resultado más trágico de la evolución
ha sido la inconciencia de los seres racionales, destinados a satisfacer la
insaciable necesidad instintiva de la sociedad de consumo y los imperios del
capitalismo, la crueldad del egoísmo, la rivalidad entre la voluntad de poder de
los dioses y la nuestra, atrapados y condenados a la existencia humana,
encarcelados en un cuerpo perecedero, soñando solo con exprimirnos las
glándulas suprarrenales, en alguna fiesta de música electrónica, donde las
ondas del sonido transformen el mundo exterior en fractales de vidrio, las luces en líquidos, los líquidos en
sólidos, los sólidos en gases, los gases en colores y los colores en sonidos.
Camino por las montañas y sabanas pasando
desapercibido, descubro que el instrumento más utilizado por la gente es la
indiferencia, todos buscan la felicidad egoísta, comprando sonrisas con
billetes, regalando el cariño envasándolo en plásticos, consiguiendo amistades
con monedas, buscando el amor con ropa bonita y carros.
Cada día me doy cuenta de que el fin de
Bogotá se acerca, o tal vez, veo reflejadas en las demás personas mis emociones
internas, de hecho, todos los lugares, paisajes, canciones, y personas guardan
en su imagen mis emociones, le ocurre a todos los seres vivos, solo vemos en
los demás el reflejo de nuestros sentimientos más preciados, como si el mundo
fuese un enorme espejo que refleja tu inconsciente, dibujando tus carencias
emocionales y traumas en la imagen de los demás, como un parasito que se
alimenta de otros parásitos, o un sueño que ocurre dentro de otro sueño.
Buscando mis raíces en lo alto de las
montañas voy a morir en la Antena, huyendo del asfalto y su depredación
siniestra, no quiero un ataúd de plástico, tampoco un velorio transmitido en
vivo por YouTube o Skype, solo quiero descargar de mi espalda el peso de las
malas decisiones que tomé, igual, el pequeño mundo de la literatura permanece
gris desde que se estrelló Gonzalo Arango en un taxi, contra un camión, en el
municipio de Gachancipá.
Las calles están rotas, las personas viven
histéricas, los campesinos están desplazados y olvidados por el gobierno,
caminan cabizbajos por las calles de la gran ciudad, esperando una solución
real a su viacrucis, pero la rama judicial del poder público permanece en paro
indefinido, las empresas multinacionales que explotan el suelo Colombiano,
nunca habían arrojado tantos gases tóxicos, nunca habían destruido tanto la
atmosfera, la biosfera, los ríos y la tierra ajena con tanta sevicia.
La ciudad de Bogotá parece una sierra
eléctrica descompuesta por el óxido, una máquina que cobra vida en las noches,
esparciendo su contaminante luminosidad, su asquerosa putrefacción y polución.
Las avenidas huelen a humo de alcantarilla
tapada, a cadáver descompuesto. Los
pocos árboles que quedan en pie huelen a azufre, los rayos del sol y los
animales huyen del cerro de Monserrate, por la presión del queroseno ardiente.
La carrera séptima permanece en obra negra desde la calle 26 hasta la calle 34.
¡Me cansé de toda esta Mierda!, quisiera
romper todas las paredes de la ciudad con los puños ¡Hay Demasiada
policía y muy poca diversión!
ATRAPADO EN EL INFIERNO
Mi nombre es Dylan. Viví en el mundo
terrenal hasta el día en el que me burlé de la muerte. Me encuentro sentado,
desnudo y encadenado, en el último circulo del incandescente infierno, llegué
aquí hace un instante. Pero ¿Quién es usted en realidad? ¿Quiere saber
que me pasó? ¿Puede ayudarme? Le contaré:
Salí de casa ayer en la mañana, caminé por
las calles de la ciudad. La avenida estaba decorada con arroyos de agua
cristalina en el cielo, con gente que sin importar existe sin saberlo,
deambulando por los pasadizos y laberintos que llegan a la caótica cordillera,
verde, gris, iluminada por un azul que hace mover la tierra, reflejando la tranquilidad
del universo. Mi alma perdida se dirigía
por la avenida buscando la casa de Bonne, mi única compañera en los pequeños
instantes silenciosos. Escuché que estaba en el bar gótico en la calle oscura,
fui a buscarla esa noche, cuando la vi, su gabán más negro que blanco la
envolvía en unas psicodélicas texturas. Ella bailaba con las hondas de sonido
que acariciaban su piel blanca, su rojizo y endemoniado cabello se deslizó,
haciendo que en el viento aparecieran colores con una suavidad efímera. Bonne me
miró a los ojos e hizo detener el tiempo por un instante, por un momento me
sentí en su infierno y ese infierno vino a mí diciendo: ¡vamos Dilan! Sígueme,
el mundo está en mis manos.
Nuestras vidas giraron y tomaron el rumbo
de los grandes anacrónicos, conspiramos contra el orden y decidimos esa noche
robar el museo del Banco de la República, en el cetro de la ciudad.
Creo que era una noche extraña para los
dos. Las personas deambulaban ebrias buscando la felicidad. Éramos solo Bonne y
yo contra todo el mundo, intentando descifrar los mensajes codificados que la
realidad nos muestra. Corrimos excitados por las calles transitadas por
personas atormentadas por su pasado, por la necesidad de subsistir, los carros
aceleraban por las calles mientras nos desplazábamos hacia el museo, en busca
del cuadro perfecto, sintiendo que la obra que más nos gustaba por fin iba a
ser nuestra. Siempre creímos que el dibujo sobre aquel lienzo nos pertenecía,
por su gran representación del amor y su sincronía con nuestra cordura, era la
más hermosa imagen en la pared del museo y fue hecha por el pintor Luis
caballero, se llamaba desolación, queríamos robarlo.
Entramos en el museo por la puerta del
arco, en busca de algún guardia, Bonnie me miraba fulminantemente apasionada y
temerosa por el robo, siempre habíamos planeado esto como una forma de
elevación espiritual hacia el arte, pensábamos que nadie mas merecía observar
tan majestuosa obra maestra, fuimos egoístas, creíamos que nadie mas entendería
el secreto escondido tras el oleo. Queríamos que nadie más volviera a ver el
cuadro, nunca más. Nos precipitamos al salón de exposiciones, corriendo,
divisamos a un guardia en el gran salón blanco, donde se exponen las obras de
Luis caballero. Bonnie le habló al centinela distrayéndolo, mientras yo le
quité el arma, luego de su reacción, ella lo sostuvo por la espalda mientras yo
le disparé tres veces en el pecho, tirándolo al suelo. Subimos corriendo las
escaleras buscando el cuadro. Al llegar frente al vidrio que lo contenía, nos
miramos como se miran los condenados a muerte y rompimos en 8000 pedazos el
cristal, las alarmas se dispararon tronando fuertemente mientras las rejas que
cuelgan del techo de la sala bajaban. Bonnie y yo estábamos dispuestos a
destruir el cuadro por encima de todas las circunstancias. Tomamos el marco que
colgaba de la pared y lo rompimos, los guardias llegaron y sin piedad me
dispararon, causándome la muerte.
Lo último que escuché fueron unas palabras
de Bonnie: ella me dijo: ¡te prometo que descenderé a los infiernos para
salvarte!
Y aquí me encuentro yo, encadenado a esta
roca caliente, en el último circulo del incandescente infierno, estoy esperando a bonne y aun o llega. ¿Puede usted ayudarme?
SAMANTA Y LOS FANTASMAS
La madre de samanta, Amelia, fue una mujer
confundida, que aliviaba sus desequilibrios anímicos bailando con cuanto hombre
de barriga voluptuosa, carro, bigote y chequera encontrase en los bares por
casualidad, su infancia la vivió en las cantinas, en las rockolas de su abuelo
haciendo mandados para los borrachos, la adolescencia la vivió en todas las
esquinas de la ciudad conociendo el sabor de todos los licores, el efecto de
todos los cigarrillos y el color de todos los preservativos. A los 15 años tuvo
su primer embarazo, también bailó su primer Valls, desde esa época en adelante,
bailar con desconocidos en los baños de los bares se convirtió en el deporte
extremo más practicado por Amelia y sus amigas, a los 16 años se volvió
ansiosa, imperactiva, paranoica al caminar. La alcoholemia, la música tropical,
el merengue, las cantinas, las rancheras, la convirtieron en una enfermiza
mujer que vomita mientras baila, luego se limpia la boca, el pelo y continua
con el movimiento de caderas, piernas y hombros. A los 17 años tuvo su primer
embarazo de verdad, cuando se entero sonrió durante cuatro días seguidos. Su
padre le encargaba las compras de la cerveza para las cantinas hasta que un
día, no pudo cargar tantas canastas, tantas botellas y se desmayó. El médico
reveloó el embarazo, su papá lloro durante cuatro días seguidos, siete meses
después nació Joliot, un gordito, rosado, y prematuro bebe que casi se ahorca
con el cordón umbilical.
Después del parto Amelia retomo el colegio
teniendo buenos promedios en todas las materias, especialmente en física
básica, en sus clases de religión monoteísta conoció a Eduardo Salamanca , el
verdadero padre de samanta, antes de cumplir los 19 años quedo embarazada en un
recreo, comiendo papas de pollo, tomando Coca-Cola, se retiró de las aulas para
irse a las salas de cuidados intensivos, el bebé estaba en peligro, las
ecografías dejaban ver que lloraba demasiado, tenía una cara de tristeza
demasiado desgarradora, como si supiera lo que le esperaba en este mundo al
nacer, a los seis meses de gestación la bebe intento ahorcarse con el cordón
umbilical pero éste se rompió, provocándole a Amelia otro nacimiento prematuro,
los dolores de parto la atraparon desprevenida, en frente del cementerio
central donde visitaba a su madre, se desmayo por la insoportable hemorragia
cayéndose al piso, estuvo recostada tres horas olvidada por la sociedad, unos
recicladores pasaron en un vehículo de tracción animal, halado por una yegua
vieja, la recogieron del suelo, uno de ellos, Joaquin, había tomado clases de
primeros auxilios en primaria, se dispuso a sacarle de las entrañas a la
criatura para salvarle la vida a alguna de las dos. Ese día en medio de un
trancón, en una avenida en construcción, cerca al cementerio y halados por una
yegua vieja, nació Samanta, llevándose la vida de su madre.
II
Samanta es de esas jóvenes que piensan que
el universo es producto de su imaginación, al llegar al mundo, su primer
recuerdo fue el de una incubadora que olía a leche descompuesta, a través del
vidrio podía ver un hermoso e inmenso paisaje azul, recorrido por mariposas de
colores que juegan a bailar la danza de la vida, junto a la morgue de la
clínica, cerca al botadero de los desperdicios bioquímicos y los fetos que no
lo lograron. Podríamos decir que samanta se encubo rápido, la llevaron a la
casa de su abuelo sin avisar, el viejo hombre pensó por muchas semanas que su
hija se había ido para la guerrilla, esa tarde se entero de lo que sucedió en
realidad, recibió a samanta muy triste, en la puerta de su casa, con una
botella de tequila en la mano, ubicó a la bebe en la cuna que fue de Joliot,
con las mantas térmicas, bebiendo, junto al cuarto de los muebles viejos y la
colección de cráneos de famosos, el abuelo, es ahora un hombre solitario,
etílico, atiende las cantinas todo el día hasta la madrugada. Samanta aprendió
desde pequeña a valerse por sí misma, los primeros pasos los hizo mucho más
rápido que todos los bebes de su edad, su primera palabra la dijo cuando la
vacunaron por primera vez, aprendió a vestirse sola, comer sola, reír sola,
llorar sola, desear sola, odiar sola, gritar sola, morder sola, salpicar sola,
amar sola, pintar sola, bailar sola, cantar sola, existir sola, estaba aun en
el colegio, quería mudarse de su casa con prisa para una biblioteca, para no
tener que volver a ver al profesor de matemáticas, no quería volver a estar en
su habitación tampoco, se sentía encerrada, atrapada, siempre había soñado en
convertirse en una experimentada acomodadora de libros, ella es totalmente
opuesta a su madre, se ve como una loca fanática a la literatura fantástica, a
la ataraxia contrariada, a la metafísica, a la alquimia depresiva, a la
semiótica confundida, adora leer biografías de poetas decadentes, los libros de
escritores malditos cuya muerte acaece de pronto, muy temprano. Vive con su
abuelo únicamente, desperdicia el tiempo en lastardes tratando de conectar sus
neuronas con los astros, tiene catorce años, una muy prometedora imaginación,
un lindo rostro, una piel muy blanca, un cuerpo muy delgado, algunas veces
experimenta algunos prolongados estados de sinestesia, cree ser descendiente de
Jim Morrison y de Marilyn Monroe, le gusta imaginarse a ella misma recostada
sobre su cama imaginando que el techo de su cuarto sostiene una cama en el piso
superior, donde se encuentra ella recostada nuevamente, sobre unas sabanas
blancas, imaginándose a ella misma recostada sobre la cama del piso de arriba
imaginándos. Luego, despierta, abre los ojos, se da cuenta de que tiene 34 años
y que no ha hecho nada patrimonialmente importante en su vida, solo comprar
zapatos.
Ahora su pelo esta cayéndose, no tiene
dinero para comprar lo que necesita para ser feliz, está sola, aburrida de
trabajar, nunca se convirtió en bibliotecaria pero igual ya no le importa, no
es buena para hacer lo que hace, no le gusta su profesión, en dos semanas
cumplirá los 35 años, Samanta se quedo sin ascendencia cercana, su repetitiva
existencia le está deteriorando el humor, hace más de cuatro días que no sale
de casa, está empezando a ver y a sentir cosas extrañas, voces en las noches,
cree ver los fantasmas de su abuelo y de su madre parados frente a su cama
mirándola.
Samanta salio a caminar por el parque,
quería sentir un poco de naturaleza entre sus pupilas, sentada sobre el césped,
junto a un árbol, cerca a un lago conoció a Rael, Samanta perdió la razón
enamorándose, esa tarde. Rael es un hombre gordo que solo ve televisión,
algunas veces se comporta agresivo cuando se le pierde el control remoto,
cuando era pequeño fue un amigo de Joliot el hermano perdido de samanta,
jugaban nintendo, en la adolescencia fue un militar, ahora está retirado, el
cree que cada persona es un universo de ideas puercas, experiencias
sanguinarias, lamentaciones encerradas dentro de otro universo despiadado,
caótico, Rael es un ser bipolar que a su vez lucha con dos seres que lo
habitan, desde que era pequeño jugaba a reflejarse en los espejos de la casa,
huyendo de su imagen, a los 16 años se interno en el ejercito como una forma de
canalizar la ira hacia su padre, aprendió a manejar armas negras, blancas
plateadas, redondas, también a encender los cigarrillos con su ombligo caliente
en la mitad de la selva, solo le temía a la muerte lenta, la muerte que
comienza en el hígado, en los pulmones, los riñones, en el estomago, Rael no
esquiva las balas por que le gustaba pensar que morirá por algo mas importante,
su nación. Su cuerpo recibió la primera herida de bala a los 19 años por
defender una base militar corrupta, el teniente le dio permiso para visitar a
su familia en la finca como un premio, regresando a su casa como un monstruo
envenenado por la sangre. Sus padres vivían aun de la agricultura en el mismo
ranchito de siempre, los únicos asesinatos que se cometían eran los de las
gallinas del desayuno y los cerdos para vender cortados en el mercado, Rael
sabía que estaba en la cima de la cadena alimenticia, estaba consciente de que
podía dirigir su fuerza hacia cualquier animal sobre la tierra para quitarle la
vida, incluyendo otro ser humano, con su voluntad simplemente, de la forma más
cruel. De regreso al batallón, recibió un ascenso por mérito de sus heridas en
combate, volvió a tomar las armas, iba en el frente disparándole a todo lo que
se moviera en la selva hasta que su cifra de capturados muertos se elevo hasta
las nubes, recibió otra medalla por valentía, otro ascenso y un segundo impacto
de bala en el cuerpo, esta vez fue en el pecho causándole un problema pulmonar,
no pudo regresar el campo de batalla, nunca más, el ejercito lo pensiono
enviándolo a vivir el resto de su vida como un civil, Rael no lo soporto por
mucho tiempo, estaba pensando en quitarse la vida, hasta que una tarde, en
medio de una triste lluvia, al lado de un lago conoció a Samanta, la mujer más
hermosa sobre la faz de la tierra.
III
Convivir es un placer para los dos, Rael
tiene la parte salvaje que a samanta le hace falta y samanta es demasiado
paciente como para comprenderlo, refugiaron su relación en el alcohol, la
tolerancia, los cigarrillos, las obsesiones compartidas, el rock and roll, los
gastos compartidos, viajaron por las cordilleras del país, por los mares del
planeta, por los países más calientes que existen, nadaron en los corales más
hermosos del mundo hasta que, las deudas, los problemas físicos y legales
arruinaron su relación. Rael bebía mucho, peleaba como si estuviera en el
batallón de mal genio, Samanta estaba cansada de estar encerrada en una vida
tan falsa, una noche, después de mucho discutir, Rael tomo su arma de dotación
vitalicia subsidiada por el estado, la apuntó contra samanta y halo el gatillo.
Nunca más volvieron a verlo.
LA CASA CIRCULAR
Los habitantes de la casa circular perdieron
la razón, hace mucho tiempo, sustituyéndola por alucinaciones esquizofrénicas y
psicodelia permanente, incontrolable, todos eran jóvenes, inmigrantes,
provenientes de familias adineradas, sus padres querían un mejor futuro para
ellos y los enviaron de intercambio, pero desertaron de la universidad,
terminaron todos atrapados en este oscuro cubo de pasillos y ventanas
aseguradas por dentro, viviendo juntos. A mí me toco irme o iba a enloquecer,
empaqué la maleta con los libros y las teclas de piano armable, para salir por
la puerta huyendo, como alguien que escapa de su mente por un camino de
desolación desorientada. atravesé la puerta y corrí por las calles hasta el
lugar más lejano posible, el otro extremo de la ciudad, donde las luces, los
grafitis y las aceras son más agradables, me detuve frente a un edificio
blanco.
Ahí te conocí, me dijiste tu nombre,
también me dijiste que te gustaban las tardes, los parques, sentir el césped en
los pies haciéndote cosquillas entre los dedos, el vodka, el opio en las nubes
escuchando el sonido del universo, la música de los planetas, los ecos en las
estrellas. Creo que era lunes o martes o sábado, no puedo precisarlo, me
tomaste de la mano llevandome por un callejón de luces azules, rojas y
violetas, fue en ese lugar donde conocimos a un hombrecillo con sombrero gris,
perdido, que también buscaba algo para hacer, olía a soledad, a Máster of
Puppets, a Schopenhauer, a ¡me rompo la pierna aquí mismo!, quisimos ayudarlo
un poco, lo embriagamos y lo llevamos a un parque lleno de arboles rodeados de
espejos, hicimos una fogata recostándonos sobre el pasto, dormimos mirando la
inmensa oscuridad de la noche, el hombrecillo del sombrero gris lloro mientras
tú, me contabas lo que sucedió cuando nos conocimos: fue en un sueño, dormíamos
en la misma ciudad, visitamos el mismo lugar mientras realizábamos viajes
astrales, sobrevolábamos la ciudad despoblada, libre del comercio y sin
contaminación alguna, buscábamos el néctar de la ambrosia que la gente perdió
mientras estaba despierta, llegamos a la conclusión de que los arboles son los
dedos de la tierra y que la amnesia de los hombres debería olvidarse por
completo, luego, desperté, de nuevo, estaba recostado sobre mi cama. Solo, en
la casa circular.
Las paredes estan pintadas de todos los
colores, mis amigos caminan por las habitaciones, por los pasillos, delirando,
mirando las paredes fijamente, creando colonias sentimentales en cada rincón,
viviendo su vida en imágenes castigadas por la oscuridad, olvidados por el sol,
atormentados por los recuerdos. Salí de la casa de nuevo, camine por la avenida
tomando un bus sin rumbo alguno, me bajé en el ultimo paradero, sentado en ese
lugar encontré a Emily, me dijo que había perdido todo en la vida, también me
dijo que llevaba semanas intentando encontrarse a ella misma en la soledad de
su cuarto, caminando sin rumbo por las avenidas, después de mucho tiempo se dio
cuenta que siempre ha hecho lo que no le gusta, de esa forma, nunca se va a
sentir libre realmente, yo le dije que todos los deseos y las fantasías humanas
son ilusiones que viven reprimidas en el inconsciente, intentando ser
realizadas, le dije que a los jóvenes de este siglo nos implantaron la
necesidad de progresar, realizando nuestro plan de vida desde pequeños. El plan
de vida es una hipótesis que en la que la realidad termina convirtiéndose en la
principal fuente de frustraciones, una meta cuyo camino es una falacia,
estropea la autoestima de quienes no logran convertirse en lo que desean, Emily
me dijo que su vida estaba entrando en una crisis, no sabía hacia dónde ir, no
sabía qué hacer, la tome de la mano y la lleve por un callejón de luces azules,
rojas y violetas, olía a metileno, bailamos en todas las esquinas, en todos los
bares cercanos, bebimos hasta morir a las seis de la mañana siguiente, después
de una noche paranoica, un fulminante paro cardio-respiratorio un poco
gracioso, nos quito la vida. Desperté de nuevo en la casa circular, en la misma
cama rodeado de sociópatas perdidos que duermen en el piso, amarrados por una
camisa de fuerza, creo que algo extraño está pasando conmigo, me levanto y
camino por los pasillos de la casa, veo las paredes coloreadas hasta la puerta,
salgo a la calle, corro, no se a donde ir, se hizo tarde otra vez, comienza a
llover, me acerco a un edificio geométricamente indescriptible y allí conozco a
Franchesca, me dijo que le gustaba el arte gótico, la música de Gustav Malher,
las bufandas de colores en tono pastel y los cadáveres, también me dijo que
creía que me había visto antes, me tomo de la mano y me llevo por un callejón
oscuro, frio y peligroso, plasmamos nuestras ideas y conceptos personales sobre
la vida en el aire, conocimos mucha gente, entre ellos, un hombrecillo que
tenía los ojos en el culo, nos dijo que al final la vida termina cobrándonos
las horas malgastadas, fuimos juntos a un bosque en la mitad de la montaña, nos
quitamos los zapatos para sentir el césped haciéndonos cosquillas entre los
dedos de los pies, el cielo estaba un poco triste, los aviones pasaban muy cerca
de nuestras cabezas, fue en ese momento cuando Franchesca me dijo que las
fiestas son las pantomimas sociales más absurdas de la vida en sociedad,
corrimos por el campo buscando champiñones de colores, recostamos nuestros
restos mortales sobre la tierra, vimos nuestra propia muerte en la forma de las
nubes, escandalosa, inesperada, pronta.
Cerré los ojos, dormí de nuevo. Desperté en mi cuarto, en la misma cama, en
esta casa circular pintada de colores, habitada por psicópatas, deambulan por
los cuartos, recorren los pasillos con los ojos vendados intentando expandir
sus sentidos, caminé hasta la puerta lentamente, sentí que una sombra me
perseguía, algo andaba mal. Salí a la calle, tome un taxi, le dije al conductor
que me llevara al lugar más lejano que conociera en la ciudad, el señor resulto
ser un politólogo enfadado con el gobierno y la ineptitud se sus instituciones,
me dijo que algunos imbéciles compatriotas regalan los votos cuando hay
elecciones, se dejan convencer por una buena campaña publicitaria mas no por
las propuestas de fondo, me dijo también cuales son las mejores cuatro cosas
que le pueden suceder a un ser humano: la primera es la teletransportación, la
segunda es la aprehensión por ósmosis del conocimiento, la tercera es la
inmortalidad permanente revocable por la voluntad, la cuarta es la obtención de
dinero de la más alta denominación de los bolsillos del pantalón. Me baje del
taxi, camine sin rumbo por las calles, confundido, perdido. Comenzó a llover,
me acerque al teatro del centro de la ciudad, allí conocí a helena, me dijo que
le gustaba burlarse de la gente mientras corría huyendo de la lluvia, también
me dijo que no sabía donde había nacido, ni cuál de todos era su padre, la tome
de la mano y la lleve por un callejón de colores hasta el campo de girasoles
más extenso que existe, nos acostamos sobre los pétalos amarillos, miramos el
cielo intentando descifrar la paradoja en las formas de las nubes, me dijo que
quería besarme el ombligo, cortarme las venas y hacer ruidos con sus pies sobre
el pasto seco, me despertó su envilecimiento, me obligó a pensar en mi muerte,
en el día, la hora, las circunstancias, cuando se detengan los órganos y las
manecillas del reloj, haciéndonos dejar atrás todo lo que nos mantiene
conectados al mundo que creemos real, me di cuenta que nunca más volveremos a
estar aquí. Cuando me levante por última vez, estaba de nuevo en mi cama, en mi
habitación, en la casa circular, me di cuenta que los ciclos de la vida se
terminan más rápido de lo que uno cree, me encuentro de nuevo de frente conmigo
mismo rodeado de mucha gente que perdió la cabeza, intento transformar mis
ideas en pinturas sobre las paredes de los baños. Salí de casa esa mañana,
camine por la calle hasta el puente de
la avenida Blanchot, me subí sobre sus columnas y me lance al vacío.
LA CIUDAD AL REVES
Cuando Eduardo Salamanca salió de casa ese
día, mirando el amanecer se dio cuenta de que su vida no es lo que ha creído
siempre, descubrió que su existencia es una búsqueda incesante por satisfacer
los deseos caprichosos del alma, así que decidió darle un giro radical a su
entorno. Caminó por la calle de en frente en sentido contrario al de los autos
pensando amablemente en cómo podría crear un accidente, un suicidio colectivo,
tenía mucha hambre, una muy baja autoestima, una sed de punk de cassette
insaciable y un libro de Bakunin en la mano izquierda, caminó hacia el
restaurante de la calle diecisiete a reunirse con su amigos, Elisa y el conejo.
El cerebro duele a veces aunque es fácil apaciguar los latidos con una
acalorada discusión filosófica entre tres. Elisa estaba vestida con un uniforme
que tenia una falda de círculos púrpuras, las gafas negras que le robo a un
político y una cartera de mano, Conejo llevaba una camisa blanca que decía: ¡humanos,
compartimos lo que nos mata! los tres nos sentamos en la mesa de siempre, junto
a los cuadros del Che Guevara, detrás de los libros de Cortázar, Eduardo pidió
una copa de brandy, les pregunto a sus amigos en voz alta: ¿es cierto que
morimos lentamente? Amigos míos ¿Es cierto que al nacer comenzamos a morir?
Eduardo respondió: claro que si, Por el oxigeno que oxida nuestros órganos, por
la nicotina en el ambiente, por el tiempo, por los errores, por los excesos,
por los complejos, por la depresión, por el predecible desvanecimiento de la
felicidad; Elisa sostenía la copa de vino con las manos, la estaba mirando como
si desnudara el liquido antes de beberlo. Parece que no escuchó nada, hace
varias semanas que toma pastillas para la depresión, es difícil lograr captar
la atención de su alma rota. Conejo continuó diciendo: amigos, los artistas
somos seres solitarios que creamos mundos interiores, ¡paraísos artificiales a
partir de la base de la realidad!, Elisa los miro y dijo: lo que pasa es que
pertenecemos a una generación demasiado contaminada de información, más no de
conocimientos, los jóvenes no queremos trabajar para otra persona en una
empresa, el arte es la salida más hermosa y gratificante para las presiones
sociales, algunos solo se interesan por ser reconocidos socialmente lo que no
saben es que, hace mucho tiempo que dejaron de importarle a la misma sociedad
por la que luchan, -¿donde está don Benito? Pregunto Elisa, ¡llegará más tarde!
respondieron, don Benito está ocupado fingiendo ser quien no es en las redes
sociales frente al computador, toma demasiadas fotos a su espejo, tiene
demasiado amigos invisibles, desconocidos, ¡nuestro ritual es a las 8 de la
noche! Hubo un silencio en la mesa, el silencio se extendió al restaurante
luego, se apodero de la ciudad, luego el silencio consumió el planeta,
finalmente se extendió por el universo, se podía escuchar el sonido de los
astros, el movimiento de los planetas, me di cuenta de que Eduardo, Conejo y
Elisa odian al mundo, a las personas en general, odian al mundo con la misma
fuerza con la que aman el materialismo filosófico, se consideran muertos desde
que tenían trece años, el mesero del restaurante se acerco a la mesa, el reloj
de la pared de ladrillo se estaba devolviendo, pidieron tres copas de vino.
Eduardo pregunto ¿Cuál es la forma más hermosa de morir? Conejo exclamo:
¡durmiendo! no se puede sentir el vacío oscuro que te asusta cuando mueres
mientras estas dormido, o, tal vez muriéndose en una cirugía desprendido de los
sentidos, ¿Cuál es la forma más cruel y dolorosa de matar a alguien?,
¡Obligándolo a suicidarse! Exclamo
Conejo, con un alfileres en los ojos, o, quitándole la piel de todo el
cuerpo con una navaja sometiéndole a baños extenuantes de limón y sal,
quitándole las extremidades con ácido sulfúrico, sin que se duerma, porque,
morir dormido no es un acto cruel sino una labor piadosa. El reloj aún se sigue
devolviendo, el ritual es a las 8 de la noche en la plaza del sacrificio. Se
levantaron de la mesa, pagaron la cuenta, se dirigiéron hacia sus casas, aun
tenían un poco de tiempo para ordenar el caos de ideas sueltas que divagan
dentro del cráneo, Eduardo tomo su sombrilla después de despedirse de sus
amigos y se dirigió a la taberna de don Benito, el hombre más famoso de la ciudad.
Don Benito era un hombre de cerveza y cementerios, en la mañana trabajaba como
sepulturero y en la noche como embriagador de personas, en las madrugadas
entierra a los alcohólicos que mueren de cirrosis en su taberna en la noche,
está tan acostumbrado a la muerte y al marxismo que al morir cree que el estado
enterrará su cadáver, la edad ronda por los 84 años, ha superado cuatro
terremotos, dos andropausias, seis esposas y dos pre infartos, su infancia se
llevo a cabo en medio de una revolución comunista en la que le expropiaron
hasta los calzoncillos, don Benito le entrego a Eduardo un sobre sellado en la
barra con el símbolo de la orden, salió corriendo un poco asustado hacia su
casa, tomo un taxi.
II
Cualquier casa es tan similar a las demás
como diferente, ventanas, puertas, escaleras, mecanismos de soledad casi
perfectos, Eduardo amaba estar en su casa, esta es su ultima tarde allí, así
que se dispuso a recorrer todas las habitaciones, los baños, los pasillos,
rompió los cuadros, los platos, los vasos, luego los volvió a pegar uniéndolos
uno a uno, pieza por pieza, combinándolos. A las 7:45 tomó su chaqueta de cuero
roja, la magnum 7,25, las balas de oro y las llaves del automóvil dirigiendo su
desgastado cuerpo hasta la plaza del sacrificio, Elisa y conejo están haciendo
lo mismo en este momento, todos van para allá. Sus cuerpos no debería
funcionar, alegremente se alimentan de sí mismos como un inclemente Catoblepas
quimérico, ecléctico, dualista, su forma de actuar es la de los nihilistas
convencidos a ultranza de que la anarquía es la forma de vida más perfecta, la
anarquía comunista, donde la gente disfruta de su libertad realmente sin tener
que preocuparse por satisfacer las necesidades básicas, Eduardo amaba soñar,
amaba dormir, desconectar sus sentidos del mundo exterior, una vez durmió en el
sofá por más de cuatro días seguidos, sin mover más que su cerebro, cuando
despertó, le contó a conejo que había recorrido una a una las pinturas de Salvador
Dalí como si fuesen mundos dotados de tiempo, espacio, movimiento, gravedad y
causa efecto. Cuando llegó a la plaza del sacrificio no había gente cerca,
faltaban siete minutos para las siete, la noche estaba demasiado oscura, la
luna, las estrellas se ocultaron detrás de las nubes de humo, caen unas cuantas
gotas de agua del cielo rojas, calientes, son como lagrimas de sangre
derramadas por Dioses confundidos. Eduardo pensaba que al desear las
circunstancias con fuerza la vida te obliga a vivir totalmente lo contrario.
Por el norte, un anciano se acerca lentamente vestido con una túnica negra,
trae una botella a medias de ron, tenis blancos, camina hacia el centro de la
plaza, Eduardo se acerca, es don Benito, ¡buenas noches! ¿Tiene usted miedo?,
miedo, miedo me daría el descubrir que la reencarnación existe respondió. Por
el oriente, corriendo por la esquina del museo de la carne viene Elisa, parece
una loca perseguida por su locura. ¡Buenas noches!, mientras respira velozmente
dice: ¡compartimos lo que nos mata! ¿Donde está conejo? ¿Qué hora es? Mi relejo
se está devolviendo. Faltan 3 minutos respondió Don Benito. Por el occidente
viene caminando lentamente Conejo, parece un condenado a la guillotina que sabe
que morirá al llegar a su destino. Los cuatro personajes se paran uno junto al
otro, luego se abrazan, unen sus cuerpos en un círculo perfecto, hombro con
hombro, desenfundan sus armas cargadas, las colocan apuntando en la 100 que de
quien está a la derecha, en la cabeza, sucesivamente el siguiente hace lo mismo
hasta que Elisa pone su arma en la oreja izquierda de Eduardo, cerrando el
círculo de la muerte, ella se pone a llorar mientras sus labios pronuncian las
últimas palabras de los 4: amigos, ¡bienvenidos al suicidio colectivo
nihilista! ¡Boom! ¡Boom!, ¡boom!, ¡boom! Los tres poetas y el filósofo anciano
dispararon, cayendo al piso como caen los héroes, con la certeza y la
convicción de que murieron a tiempo.
SERBION
Había ya terminado su primera novela.
Adolorido por los punzones que estremecen al escritor por traer a lo material
lo que debió ser olvidado, el Dr. Rojas Urbina estaba sentado en el escritorio
de siempre en frente de la maquina de escribir mas vieja del mundo, tenia 22
años, meditaba suavemente, tenia la mirada fija sobre las letras de un
sordomudo teclado de piano, como reaccionando después de un coma diabético. Le
dolía la cabeza, se incorporo empujando la silla hacia atrás, caminó hacia la
derecha hasta la repisa atiborrada de libros, allí había un calendario, tomo la
pluma del escritorio y marcó con una equis el primer cuadro del mes de octubre.
Salio de la habitación por el pasillo que da a la sala principal caminando
descalzo, vestido de gris, con un traje de lino y una corbata negra, tomo el
teléfono que estaba al lado del sofá mas largo, junto a la ventana, marcó el
numero de su amigo el profesor Ariza, este contesto:
-Diga
-Ariza, ¡por fin encontré a Jeanne! Dijo
el Dr. Rojas
-Perfecto. Ahora se nos viene todo encima,
respondió.
II
Jeanne Duval era la joven más atractiva de
su vecindario, vivía con su hermana Hilde en la calle Marsell en medio del
parque de Saint- Pete, le gustaban las salidas no planeadas, las tardes de
intercambios de besos, las noches sin tristezas, caminaba despreocupada por el
parque hasta la carretera donde tomaría un tren, en la estación que va hasta el
centro de la ciudad, puesto que, en los alrededores solo existen divertidos
cementerios. Al llegar al bulevar de Roldof, ingreso en la tienda de
variedades, llevaba casi trece monedas y estaba dispuesta a desperdiciar su
tiempo dando vueltas fisgoneando algo que comprar, se midió ropa esotérica,
pinto su cabello de rojo y entro a la librería:
-¡Buenas tardes!
-¿En que puedo ayudarla señorita?
-Estoy buscando un libro de surrealismo
acido que envuelva los pensamientos en las mas profundas islas.
-Debe estar buscando el libro de Serbion,
es lo último de literatura fantástica que llegó.
-¿El libro de Serbion?
-Si, dicen que quien lo lee se envuelve y
piensa que es su historia propia.
- ¿Es como Golosa de Carrillo?
- No, es diferente, es Serbion de Rojas
Urbina.
Jeanne compró el libro y salio de la
tienda, camino sin prisa hasta la estación del tren, tomo un vagón con rumbo al
parque de Saint- pete, se desprendió del mundo. Llegó a su casa, al entrar,
estaba su hermana Hilde esperándola para invitarla a bailar en un bar gótico,
en medio de la montaña de oriente, Jeanne se cambio de ropa, dejo todas las
compras incluyendo el libro sobre la cama y se fue para la fiesta , dejando el
lugar vacío y en silencio.
Al llegar a la colina de la montaña de
oriente se bajaron del automóvil y atravesaron las puertas, todo estaba muy
pasivo, roja la noche y espeso el ambiente, las personas sentadas alrededor de
una mesa hexagonal en la entrada del primer escenario del Bar Gótico eran mas
de diez, el bar comenzaba en una puerta al final de pasillo, Jeanne y Hilde
caminan rápidamente por entre los murciélagos que pueblan el lugar, en frente
de la puerta de metal hay dos hombres sin camisa, vestidos con tatuajes y
exigiendo un pago por la entrada, Jeanne pago las dos entradas mientras un
hombre extremadamente flaco y pálido señalaba hacia la luz del túnel, les dijo
que lo siguieran, ellas le siguieron caminando hacia la puerta entreabierta
cuya desembocadura resultó ser un túnel, estrecho, largo y húmedo como la mina
de carbón más profunda del infierno. En la parte mas lejana se escucha un
zumbido que al parecer es música electrónica, aceleraron su paso perdiendo cada
vez mas la visibilidad, Jeanne tomo a su hermana de la mano mientras la música
se hacia cada vez mas fuerte con los pasos, el cadavérico guía ya no se ve por
ningún lado, comienzan a correr, cada vez mas rápido, siguiendo el sonido. Un
ensordecedor estruendo de Hard Tecno y Drum and Bass al más alto nivel de
exposición musical encegueció a Jeanne, a Hilde, empujándolas con su onda,
obligándolas a saltar, y saltar, y saltar, varias canciones seguidas, sin
detenerse. De tanto bailar con los ojos cerrados mirando hacia dentro, una de
las dos perdió la ubicación de la otra, entre tanta gente vestida de negro es
difícil no perderse, las luces titilan a la par con el escándalo del corazón,
dificultando la búsqueda, Jeanne decide entrar al baño para buscar a alguien
conocido, alguien que hubiese visto a su hermanita. Al ingresar al pasillo
iluminado con una tenue luz amarilla, por el fondo, al lado de un inodoro
ensangrentado había una pareja de adolescentes teniendo sexo de la misma forma
como se reproducen los vampiros. Jeanne se acerco a la única mujer que se
estaba observando en el espejo y le pregunto si había visto a Hilde, ella se
lamió sus dedos y se fue. No dijo nada. Jeanne salio de nuevo a la fiesta,
incorporándose en el sonido de nuevo, junto a la barra, había un hombre
llamándola con lenguaje corporal, señas, Jeanne se abrió paso hacia allá. Al
acercarse el extraño hombre le dijo:
- Jeanne Duval, por fin te encontré.
-¿Quien eres? dijo Jeanne, ¿por que sabes
mi nombre?
- Tu hermana me lo dijo
-¿Sabes donde esta mi hermana?
- Ella está con un buen amigo mío, en el
segundo piso, ¿quieres acompañarme?
- Claro, pero dime tu nombre
- yo soy el Dr. Rojas Urbina, acabo de
descubrir hace unos días que soy tu padre.
Subieron por las escaleras hasta la sala
en el segundo piso del bar gótico, se sentaron cómodamente. El Dr. Rojas
comenzó a hablar:
Debes tener muchas preguntas, se que este
no es el lugar preciso para explicarte, intentare resumir lo que tengo que
decirte para que entiendas y te puedas ir, no encontré otra forma de hacértelo
saber, escúchame con cuidado: Tu vida hasta ahora es totalmente una farsa
completa, lo que crees que es tu historia es una mentira, una invención, lo más
importante, Tenias una hermana gemela. Tu hermana Emily acaba de morir en
Barcelona, tu y ella fueron dadas en adopción cuando nacieron, las dos son
portadoras de una extraña enfermedad llamada Narcolepsia, los neurólogos se
cansaron de decir lo mismo, los psicólogos patafísicos y los psiquiatras no
pudieron encontrar la génesis de su enfermedad, después de muchos exámenes
Emily falleció, según la ciencia, esta enfermedad hace que se tengan
alucinaciones sensoriales, auditivas y visuales mientras se está dormido a tal
punto de creer que se está despierto todo el tiempo, a veces Emily creía estar
conciente en sus sueños, podía interactuar con todo lo que el subconsciente le
revela, inclusive lo desconocido he inexplicable por la humanidad, establecer
contactos con seres superiores, Emily sabia cosas que ningún sectarismo sabe,
solo tu puedes remplazarla. Ahora te necesito. Cuando llegues a tu casa quiero
que leas mi libro, Serbion, mañana en la mañana, en la contraportada está mi
dirección, si te interesa saber el final búscame, te estaré esperando.
II
A la mañana siguiente Jeanne no recordaba
nada, Hilde estaba recostada junto a ella en la cama como siempre, todo fue
como en un sueño, la fiesta, el hombre que decía ser su padre, el libro, se
levanto de la cama caminando hasta el baño, estaba aun un poco mareada por el
alcohol, algo extraño sucedió, se asusto un poco, un brazo como dorado,
brillante, se balanceaba de lado a lado y no era el suyo, no era de carne ni de
hueso, tampoco se veía en el reflejo del espejo pero ella estaba allí, las
paredes estaban un poco mas grises que de costumbre, sintió miedo de nuevo, de
repente escucho una voz desconocida que gritaba su nombre desde la cocina, con
alaridos, el temor se agudizo, se devolvió corriendo hacia la habitación y lo
que vio fue aún mas aterrador y desconcertante, su cuerpo estaba recostado en
la cama, dormido, junto a Hilde su hermana, debajo de las sabanas blancas.
Jeanne intento gritar pero no se escuchaba su voz solo los gritos que la
llamaban desde la cocina, se hacen mas fuertes cada vez, se recostó sobre su
cuerpo intentando regresar a la realidad, a su posición, quería despertar,
unirse a la materia de forma eléctrica, con un shock, con un grito, con algo,
Hilde no se movía ni un milímetro, como si no existiese realmente su cuerpo
dormido sobre la cama, hacia frío, Jeanne tenia miedo, estaba sudando, su
cuerpo no respondía, recordó lo que le dijo el hombre en el bar, ¿todo abría
sido un sueño? ¿Su vida no será una mentira? ¿Que es la narcolepsia? ¿Emily
abra existido realmente? Luego de mucho reflexionar, despertó.
Se levanto de la cama, tomo su mochila,
abrió el libro que compro en la librería el día anterior, se puso una chaqueta
de cuello alto para el invierno y se fue a buscar al hombre extraño del Bar, el
Dr. Rojas Urbina tiene su consultorio en la avenida Blanchot, realiza estudios
sobre fenómenos paranormales para la escuela de Metafisique Lucem, el libro de
Serbion contiene al parecer la explicación mas lógica al fenómeno de la vida en
el mas allá, cruzando las puertas de la muerte, tiene siete capítulos, todos
fueron inspirados en las experiencias de vida de su hija Emily, mi supuesta
hermana, el libro tiene una foto de ella en la contraportada, se parecia mucho
a mi, en su rostro, al parecer sufría de muchas alucinaciones, posesiones
espirituales y ataques epilépticos, sufría de agotamientos catapléjicos, nunca
recordaba nada al día siguiente, los sacerdotes dijeron que Emily estaba
poseída por un demonio enfurecido, su madre decía que Emily sufría una psicosis
alucinativa onírica provocada por leer tantos libros de caballería, su abuela
decía que se estaba volviendo esquizofrénica, su nodriza decía que solo eran
pesadillas, el prologo del libro dice que ella cuando dormia realizaba
desdoblamientos, viajes astrales, lo que veia en sus sueños son lugares que su
cuerpo no podian recorrer, el cuerpo de ningún ser vivo, por el hecho de
encontrarse en los rincones del mas recónditos cosmos, ¡es lo mismo que me
sucedió a mi! exclamo Jeanne, esta mañana ¡mientras dormía con Hilde en mi
cama!, por eso fue que casi no puedo volver a mi cuerpo, me desdoble en mi cuarto,
quiero aprender a manejar mi gran don, cuando mi hermana Emily dormía realizaba
contacto con la cuarta dimensión, su alma se desprendía del cuerpo, flotaba por
el universo donde se puede escuchar la voz de Dios, podía receptar información
sobre el futuro desastroso y explosivo de la especie humana, creo que Emily era
una médium, una médium onírica, al parecer yo también tengo la facultad de
comunicarme con el mundo de los muertos, por esto es que el Dr. Rojas Urbina me
necesita, por que puede utilizar mi estado de sueño para comunicarse con los
que ya dejaron este mundo, para así escribir los capítulos de sus libros. No se
como pudo saber que mi nombre era Jeanne Duval, creo que soy un instrumento
literario realmente, como todos los personajes que están en su libro, el primer
capitulo de Serbion habla de un hombre que se quedo atrapado en el infierno,
mientras voy en el taxi hacia el consultorio del Dr Rojas, leo los que parecen
ser testimonios de varios espíritus que
hablaban por medio de Emily, iré en su búsqueda, necesito muchas respuestas,
dice más o menos así:
GNOSTALGIA
Detenidas gotas caen sobre la ciudad sutilmente en la mañana, Guayaquil parece un tierno edén que avanza en lentos recuadros, amanece, todo parece normal en los espacios saturados de cordilleras de edificios diáfanos, calles y familias enteras esperando salir de incertidumbres, Humedad es la palabra que define el ambiente, apacibilidad, segundos como sicarios insaciables en horas de añoranza espiritual porque, así se queden ciegas las creaturas humanas podrán ver el camino trazado ya hace días, nunca los detalles exactos en la gran ciudad que despierta. Debajo de las ramas aun húmedas del árbol más grande del parque se ven sentados dos jóvenes, viviendo su idilio de amor, ella se desplomo en lágrimas e hizo despegar a las aves que flotaban en el lago. Desde arriba, en la altura de las copas arbóreas, el paisaje verde y azul en medio de grises estructuras aceptaba el poder del cosmos como insuperable, creador de vida y contradicciones. El tronco de ambos jóvenes se erguía recto contra el árbol, sus piernas cruzadas en meditación y sus miradas hacia el pasto, Daniel de 22 años, de piel oscura y rasgos de mestizo aun portaba el uniforme de la escuela, citó en ese lugar a su novia Sara seis años menor que él, en sus mentes pretendían arreglar sus errores de la forma más simple, dando medicina a la enfermedad de sus instintos. Era jueves ninguno asistio a las clases, la mañana traía consigo la infaltable lluvia como telón de fondo, se miraron a los ojos, Sara lloraba sin esperanza de cambiar la decisión tomada, Daniel de rostro inexpresivo ya no era en ese momento el mismo joven tierno que dibujaba los arcoíris para ella en el patio de la escuela tiempo atrás, estaba consciente que un mes de creación se convertiría en media hora de sangre lúgubre, esto la atemorizaba de sobremanera a ella quien tenía a su familia en la punta de la lengua, pero entonces que diría Dios, algo aun más bajo. Cuando era niña nunca se interesó por algo ajeno a su casa y sus estudios, si no fuera de esta forma, su madre le propinaba un par de lecciones religiosas con la mano abierta, ahora ya era toda una mujer de 16 años con una incógnita bajo su piel, sabía lo que le esperaba, lagrimas sin horario que parecían rebosar el agua de enfrente, Sara ya estaba segura de que iba a abortar. El invierno parecía vaciarse por completo, el infierno se sentía helado gracias al destino, un escalofrío tenue recorre el cuerpo de Daniel, su padre nunca creería que su hijo ya anduviese con varias mujeres, siguió sus pasos y eso no lo toleraría, confundido pidió dinero prestado a un amigo a cambio de un aparato electrónico en prenda, tenía que asumir el paroxismo disfrazado de amor para Sara, es más, había ya buscado la dirección del médico amigo de su amigo. Ella, con la mirada agachada como si estuviera sola sin poder descifrarse seguía llorando, no era esa su voluntad aunque se veía hermosa, gnostálgica, sincera, pura. Daniel aunque conmovido, pensaba en su padre, en la paliza, en sus amigos, en todas esas circunstancias egoístas que en ese momento no sirven para nada, sabía que no iba a salir corriendo aunque deseara volar. Decidió abrazarla para reconfortarse y callar los alaridos de sus pensamientos, el silencio más que un adjetivo fue un monstruo aterrador, por un segundo no se escucho nada, ni el viento o las ramas, ni las nubes o las esencias de los seres que habitaban el lugar. Como verdugo cruel Daniel dijo al oído de Sara con palabras brotadas de su inspiración libidinal: todo saldrá bien. El viento sacudió el parque como cambiando de escena natural, obligando a levantarse, estirar los pies, sacudir los pantalones cafés y la falda larga de cuadros para caminar, hacia el lado opuesto del lago subiendo por los arboles hasta el camino hecho de tierra que rodea el recinto, es verde, puede verse siempre, un verde oscuro en medio del claro bosque dentro de una reja que divide el mundo en dos colores. Paso tras pasos, abrazados se alejan del árbol saliendo hacia la claridad de la urbe para ir a la clínica, fuera de la sombra, se percatan de la presencia de una figura de niña que avanza adentrándose por el camino, Daniel cruza su mirada con la de ella y el es ella y ella es el alejándose después, dándose la espalda, ellos hacia la luz, ella hacia el camino del lago. Su imagen era la de una niña friolenta, traía un buzo negro sin gracia alguna, un jean desteñido, una maleta en la espalda como si viniera del colegio, encapuchada como causa del efecto del torrencial que se avecinaba, solo dejaba ver su rostro el cual develaba 11 o 12 años, su nombre era clara, entro en el parque en busca de la paz que emana su paisajismo, caminó durante un rato hasta cruzar un puente sobre un pequeño riachuelo donde no hay nadie, el lugar estaba descubierto a la intemperie de las gotas. Esta es la parte más remota del parque, al lado de la maya de contención, Clara escogió una roca para sentarse a desafiar el cielo y su ejército de bombas transparentes. Sobre sus piernas puso un cuaderno cuya portada decía: “laberintos”, sentada parecía estar debajo de la tierra, leía una letras sobre el papel blanco que se humedecía poco a poco, las memorizaba como si fueran objetos carentes de forma con el simbolismo que implicaba sentirlas en el pecho, - Soledad, que revelas mis secretos, no te vayas porque sin ti ya seria inexistente. Clara estaba sola, aunque se rodeaba de carne siempre al salir a la calle su carne se sentía sola, su alma estaba débil aunque la rodeara su familia, su madre, su hermano, víctimas de la mala economía, la gran depresión, la caída del estado de ánimo, del respeto, realmente hay poco que perder. Más de 15 minutos inmóvil viendo llover sobre mojado, clara trataba de no morir mas en vida, respirar le duele, buscaba la forma para dejar de sentir, respirar le duele y más en la mañana. ¡Niña! – exclamo un hombre de traje azul; el grito alertó instintivamente a Clara, era el hombre que cuidaba el parque -¡estar tan cerca del agua puede ser peligroso! Mientras tanto ella lo observaba incorporándose, preparada para huir de nuevo, se fue de inmediato corriendo por el camino donde había entrado, mientras tanto el guardia se fue detrás de ella, Su nombre es Víctor Echenique Quijije, hijo del gran cantautor de pasillos Emilio Echenique Estrada más conocido como “el gotas”, siempre que tocaba esa guitarra acústica más de uno se enfermaba del corazón. Víctor consiguió el trabajo de medio tiempo gracias al hermano de su esposa, era hijo de una noble ambateña, padre de dos hijos, se encontraba parado en frente del lago, divisaba ya a lo lejos una niña que corría casi saliendo del parque, no había nadie más a quien evacuar, caminó con la forma de andar de los que saben que lo están mirando, tomo su maletín lleno de ropa el cual se encontraba en la caseta de cemento en donde pasaba sus tardes vigilando justo cerca del puente, estático, sin química o asombro alguno, un individuo sobre una rutina exacta, extenuante, lenta. Cerró el nicho, caminó hasta la parte externa del parque por la salida única, a menos de 15 metros estaba la calle, una avenida principal donde pasan buses hasta del más allá. Cuatro calles rodeaban al parque, cada una dirigiéndose hacia un punto cardinal, edificios de fondo, personas adentro viviendo su azar invisible. De eso se trata, de ganarle el juego a la vida, Víctor Echenique era joven, rebelde, tenia que llevar 5 dólares a casa siendo esta la cantidad diaria necesaria para alimentar al zoológico dirigido nada más y nada menos que por la mujer morsa, cuyos gritos se pierden entre sus innumerables royos de grasa. Víctor en su maleta llevaba siempre una foto pequeña un poco antigua con el rostro de dos jóvenes, Juan y Daniel, ellos son el pretexto perfecto para luchar en esa caseta a diario contra el aburrimiento, tomó un taxi, emprendio el camino a casa para que todo empiece de nuevo. –Señor, ¿vio lo del Barcelona? Pregunto el taxista, vestido de gris, pantalón y guayabera, -No vi, respondió Víctor en tono indiferente, el taxista mientras avanzaba por la avenida viendo la actitud arrogante de Víctor lo miro los ojos diciéndole con la mente la raíz de sus problemas… él fue el, por un momento. Carlos era taxista por deporte, 25 años en el gremio, conocía las aceras de la urbe tanto como su baño, cero clientela, cero, de niño vivió en la apacible briza del mar, el paisaje severo pero amable formo un espíritu servicial, cuando tuvo la mayoría de edad dejo salinas, su pueblo, para conocer el mundo en aventuras típicas de un joven idealista, para su suerte no pudo avanzar de Guayaquil donde arrendó una casa en busca del trabajo exacto, el mismo que buscan toda su vida los hombres confundidos dentro de la gran máquina de Dios. Carlos entró a trabajar como cargador de bultos de legumbres en el centro de la ciudad, apenas almorzando, trabajando como negro para vivir como blanco, consumiendo sus esperanzas en un lugar ingrato, por un sueldo injusto, fue por esto que decidió embarcarse en un negocio propio, su carro y su esposa, estaba sentado sobre la silla todo el día como en prisión preventiva, aunque los pasajeros fueran indiferentes sentían en el interior del vehículo una sensación a desaire, como si el morir en la carretera tuviese razón de ser, el volante le quemaba los dedos mientras danzaban las horas consumiéndose entre avenidas, circulando por la arteria, conduciendo por una calle cualquiera en la ciudad, se observa hacia los lados la indigencia, esa gran colmena funcional colapsada. En el semáforo vastó observar por la ventana para comprender la ironía, un anciano sobre el andén en estado vegetal, Carlos lo miró como viéndose en unos años más adelante y se introdujo en él, fue el, por un momento. Estaba postrado en la acera con la mente en blanco, su nombre era Joaquín aunque no lo recordara, desvariaba más por hambre que por gusto. Acababa de pasar frente a él un taxi, un bus y luego otra hilera de autos, como siempre, la misma calle de enfrente, la misma posición en el suelo, de columna erguida y los pies extendidos, barbas revueltas, sus ojos remedaban los agujeros del cielo. Tenía ya 82 años, el recuerdo de una familia, un cáncer hambriento y la esperanza en el suelo, acompañándolo. Hace ya tiempo atrás que había caído en la recta final de su vida ahogado entre el alcohol y la nostalgia olvidaba su historia en cada segundo que muere. Cuando fue niño espero lo que todos esperan, una vida estable en compañía de su familia, un trabajo exitoso, un lugar, el azar jugó una mala pasada y de la mano de la adicción a beber confundió sus deseos con las ganas de vivir adormecido, poco a poco el hígado lo empezó a sufrir, los allegados lo empezaron a lamentar y el finalizo perdiéndose a si mismo intentando ganar el mundo, cambiando el tiempo con los niños por una tarde con la botella, recibiendo un metro cuadrado en la historia de los invisibles. Entre su pestilencia hubo un tiempo en el que lo real y lo irreal coexistieron, el veía transitar las personas estirando su mano por un poco de caridad. Se acercaban en ese instante dos jóvenes de colegio tomados de la mano con rumbo desconocido, sin inmutarse pidió unas monedas a la pareja mirando a la joven a los ojos, se introdujo en su esencia prestando su energía, Joaquin fue ella, por un momento. El nombre de la joven era Sara, se dirigía con su novio Daniel hacia una clínica de la ciudad, iban a iniciar un ciclo de mentiras perfectas para un mundo falso de conciencia y moral.
ASIMOV Y LA DIOSA
¡Pásame el cincel!
¡Al parecer encontré algo! Gritó el arqueólogo Ariel Bohórquez obsesionado por cavar en un mar de escombros y piedra. Su asistente se acercó intimidado por el tono de la frase, inclinó su cabeza, bajó sus manos y divisando un cofre con algunos huesos se dispuso a desenterrarlo cuidadosamente. Estaban allí, sepultados desde tiempo del capitalismo. El arqueólogo Bohorquez explicó a Asimov el asistente que en el año 2012, un terremoto había arrasado con las esperanzas de aquella ciudad, sin pedir permiso, le dijo que solo quedaron residuos olvidados, bajo un mar de escombros y piedra. Ahora, 17 años más tarde, la ciencia intenta reconstruir lo que algún día fue una ciudad llamada Bogotá, un centro cultural para cronopios, excéntricos y muy buenos críticos de poca reputación. El arqueólogo, en su intento por reunir datos sobre las subculturas, religiones, formas de gobierno y vanguardismos de la época, encontró un cofre, este contenía un libro llamado “Serbion” el cual fue escrito a plenas puertas del siglo XXI.
Cuando se derritió el ultimo kilómetro del polo norte en el año 2110 ya se habían hundido mas del 80% de los cinco continentes°, la población mundial se redujo tanto y de forma tan constante que las personas caminaron sin rumbo buscando alguien para charlar, pero no encontraban sino cadáveres hinchados, agua salada, destrucción. El 95% de la sabiduría de la época se ahogo, murió de hambre como todos, ahora gracias al descubrimiento del libro “Serbion”, se realizò una convención intergaláctica reuniendo a casi todos los historiadores y catedráticos en todo el universo. Concluyeron que se trata de una novela cuya trama, revela los misterios de un templo, en cuyo interior se llevaron a cabo los rituales mas intangibles que la mente humana pudo realizar, el único inconveniente del libro radica en que se encuentra incompleto, la parte concluyente de la teoría se perdió en la nada, se perdieron las ultimas paginas, nadie sabe que esas hojas están en el bolsillo del pantalón de Asimov, un modesto neonihilista que ayuda al arqueólogo en sus excavaciones y estudios.
Asimov al ver el descubrimiento decidió robar las ultimas 6 paginas del libro, se sentó en una estrella de hielo y leyó:
…Ahora, podemos concluir que todos los individuos terminan haciendo lo que todos hacen a pesar de que siempre se sintieron diferentes, les gusta no pensar en la idea de cómo se vera el techo de los museos que nunca conocerán. Pido perdón en nombre de los poetas y artistas de mas bajo delirium, la ciudad sabe de su coalición, nunca moverán sus vidas del lugar en el que están, triste, su futuro es el que eligen a tal punto de petrificarse cumpliendo su rol social.
¿Que hacemos cuando llegue el terremoto?
El único refugio que sobrevivió sin destruirse fue el templo de Marion, el único lugar en el que la naturaleza tiene prohibido el ingreso, por lo tanto, ni los terremotos ni los fantasmas pueden entrar a menos que la anfitriona lo permita.
Asimov, después de leer este cuento se dirigió a su nave, tomo rumbo hacia el templo de Marion en el planeta tierra, es el único edificio que aun se mantiene en pie, en todo el continente, desde la gran excavación, un templo antiguo pagano en donde se planteo la teoría de que hubo, algún día, tres dimensiones, manejadas a gusto por los humanos, por esto, se cree hoy en día que la tecnología en la tierra era estrictamente mental, neuronal y no mecánica. Las diferentes fuentes de conocimiento sobre la civilización bajo tierra se encontraron en el templo de la diosa, puesto que, esta ubicado en la colina mas alta, casi rozándose con el cielo, cuando paso el temblor, la parte mas alta del templo y un espacio llamado “terraza” hace mas de doce siglos, quedaron sobre las capas de tierra. Cuando Asimov aterrizo a menos de dos soplos de distancia del templo, en la zona delimitada para la investigación, bajó de su transporte y camino con prisa hacia la entrada del templo, como perseguido por el demonio atormentador de la historia conjugado con la curiosidad. Subió por la calle de la catedral donde el vacío del arte que algún día decoro el epicentro helaba la piel, nunca volvió a retoñar la vida de la tierra, no hubo más plantas, solo había fango, como símbolo de un mundo olvidado por el inconciente colectivo.
Asimov llego hasta la estructura acropolisada de altivez, el templo era tal cual la recordaban las ultimas seis paginas del libro Serbion, en el marco de la entrada se encontraba una inscripción de jeroglíficos llamados castellanos, el dialecto comunicacional de los primitivos habitantes de la tierra del olvido y el alzhéimer, este decía:
… no esperes al señor efímero
Aprovecha este momento,
Estoy seguro de que nunca volverá,
Muere o besa, corre o ríe.
Mas de tres siglos pentagesimales de investigación exhaustiva basándose en libros del templo se tomo la ciencia, para descifrar estas frases inscritas, ahora, Asimov se cuestionas si ustedes lo entenderán a el, siendo un hexaliglota refinado, ingresó en el templo bajando por las escaleras hasta encontrar otras, iguales pero que conducen hacia arriba, los primeros escalones son mas amplios que los segundos, entre mas se interna Asimov en el templo menos le ayuda la visibilidad, entonces decide encender un habano de proporciones estelares reducido a un pequeño tubo de plutonio, con la potencia suficiente para alumbrar toda la primera habitación del templo, en donde se encuentra la estatua tripartida de la diosa Marion, con un escrito en su dorso:
…Señora, divinidad, dueña de los paraísos artificiales y de los mundos interiores.
Asimov la volvió a analizar mientras fumaba su luminoso tubito, luego ascendió por el pasillo de la derecha a media luz hasta encontrar el primer piso, donde se encontraron todas las obras de arte, los libros, los papiros y maquetas para un mundo mejor. En ese lugar se encuentra una de las cuatro estatuas que adornan el recinto. La primera es una niña pequeña de vestido rojo y cabellos largos, cargando en sus brazos otra infantil estatua de vestido rojo que a su vez, tiene otra estatua igual pero más diminuta, en edad y tamaño, en sus dorsos dice:
…Volveré en los hijos de los hijos de mis hijos a complementar el ciclo yugular.
Ya solo queda la estatua de piedra en pie pues, los saqueadores e investigadores se llevaron todo el arte para prostituirlo en billeteras. El túnel que asciende detrás de la estatua tiene dos caminos, Asimov decide tomar el de la izquierda que a su vez se divide en tres angostos corredores, dos de ellos llevan a una selva para quien se atreve a enfrentar la nostalgia. Asimov toma el de la mitad, por suerte lleva a unas escaleras en espiral hacia arriba, al recorrer el camino y empujar la puerta, se encontró con la segunda planta, un estudio de pintura. Allí se llevaban a cabo rituales extensos y extenuantes de creatividad plasmada sobre lienzos, más abstractos que expresionistas, mas dada que surrealismo. Por las ventanas del suelo se puede ver la enorme selva a oscuras, contrariando la lógica racional, la segunda estatua estaba allí, es la diva, la diosa de las pretensiones, sujeta a los comentarios que de ella se pudiera hacer en los planetas, el busto de una mujer bella y sonriente, adornaba el centro de la segunda planta, Asimov camino detrás de la estatua aun fumando su fuente inagotable de energía cuyo resplandor, alumbro en el techo un agujero azul que titilaba.
III
Al salir por el agujero encontró un escrito sobre una puerta, Asimov tomo de su bolsillo la penúltima hoja del libro y leyó en voz alta la frase:
…¿quien le robo la flor al presidente?
De momento siente un telur momentáneo, las paredes se movían, el suelo temblaba, se agrietaban los cimientos, Asimov cayó al otro lado de la puerta sintiendo una sensación falsa. Se levanto asombrado por el lugar que lo rodeaba, había sido succionado por un desvarío del tiempo sobre el espacio sagrado del templo de Marion. En enfrente de sus ojos estaba la tercera estatua, la que nunca se encontró en la excavación, la clave para interpretar el libro, en cuyo dorso tiene una frase que dice:
… Aquí finaliza el laberinto, ahora,
¡DESPIERTA!
Esa mañana me desperté como siempre en mi cama, lave mi cuerpo, lo alimente y luego escribí este cuento, ese dia en la tarde ocurrió el temblor.
EL INFORMANTE
El hijo primogénito de una familia de campesinos se vino a estudiar a la capital, a realizar el sueño que sus padres nunca pudieron lograr, financio un préstamo educativo en las oficinas del icetex, dirigido hacia una de las universidades de élite y fama pedagógica cualquiera, el primer semestre y la matricula serian pagados con la primera cosecha de sus padres, la yuca, el arroz, el azadón y las manos, desde ese momento comenzarían a correr los intereses de la deuda en una cuenta con su nombre, la cual será saldada “algún día” casi tres veces más elevada que si se pagara sin crédito alguno. Con el sudor en la frente el joven se pregunta:
-¿Por qué el gobierno por medio de un decreto no destina recursos para subsidiar la educación superior de los menos afortunados?
La secretaria del icetex le respondió con mirada desconsolada:
-joven, lo que sucede es que la política del gobierno se basa también en privatizar la educación para quitarse esa carga de encima.
¿Qué estarán pensando los eruditos consejeros presidenciales en este momento?
- ¿Tal vez en el perfeccionamiento del plan obligatorio de salud?
- ¿Tal vez en la destinación de recursos para resolver la sobre acumulación de tutelas que tiene la corte sobre el incumplimiento de los derecho a la vivienda digna, a la salud y al libre desarrollo de la personalidad?
- ¿Tal vez pensado en cómo educar más a los jóvenes para así reducir la inseguridad social?
No, creo que en este momento están sentados juntos en sus poltronas tomando tinto y especulando si el referendo pasa o no pasa.
Entonces ¿cuál es el sentido de la política? ¿El arte de gobernar los pueblos? o la forma de perpetuarse en el poder, con una sola visión, con un solo proyecto, en un país pluralista como en el que te toco nacer.
Entonces, ¿votar y aceptar cuatro años más de seguridad?
Ó ¿Votar y darle fluidez a las nuevas ideas políticas y formas de gobierno?
Ó no votar, un voto en blanco como forma digna de expresar un inconformismo que latente implosióna sobre la tinta de los poetas.
El arte nos abre puertas para plasmar, pintar, esculpir, grabar nuestros pensamientos, nuestras posturas filosóficas, nuestras ideologías políticas, nuestras formas de ver la vida, el país, la sociedad, la existencia misma dentro de nuestro “venerado” estado social de derecho.
Sr. mandatario, y ¿los derechos humanos pueden relativizarse con la excusa de la seguridad? Que dirá la corte interoamericana cuando llegue a su escritorio un par de expedientes que dicen en su portada: falsos positivos, chuzadas, persecuciones a la corte suprema.
Se preguntaran, ¿Quién ordeno esos positivos e investigaciones?
El hijo primogénito de la familia de campesinos entró a la universidad en el mes de enero, consiguió una residencia estudiantil muy económica pero elegante la cual se devoraba el dinero de sus almuerzos, pero no importa, el desayuno es suficiente para caminar todo el día, cuando hay hambre de conocimiento la barriga puede esperar.
Una tarde de febrero, en medio de una charla de estudio entre compañeros en la cafetería de la universidad, el joven sintió un mareo etéreo y escalofriante y recordó que el desayuno de ese día se lo había gastado en fotocopias y Transmilenio, 1700 pesos son suficientes para un café y un par de panes, entonces se pregunto: ¿Por qué el gobierno no dirige sus recursos para alimentar y transportar gratuitamente a los estudiantes de provincias menos favorecidas?
Una joven que estaba sentada a su lado escucho el cuestionamiento y respondió:
- Pues, por que el gobierno no da los peces, el gobierno enseña a pescar, ahora están pagando salarios de 100 mil pesos mensuales a los estudiantes para que puedan vivir un poco mejor y pagar la universidad a cambio de una pequeña “información”.
- Ah! Los estudiantes informantes! Exclamo el joven
- si, es la solución de dinero que nos da el estado para solventar nuestros gastos espontáneos.
- y, ¿que tengo que hacer? Pregunto el joven.
- Solo tienes que inscribirte en la lista de cooperantes de información del gobierno de la seguridad “democrática” y dar un informe a la fuerza pública sobre el paradero de los terroristas colombianos y los movimientos del submundo del narcotráfico, aunque en la universidad solo podrías enterarte de rumores de romances y chismes de pasillo sobre profesores.
-
El joven en principio no quiso aceptar esa idea por miedo a arriesgar su vida y su libertad de acción, pero en su universidad pedían muchos libros y estos son muy costosos para alguien como el, así que la necesidad lo obligo a aceptar la propuesta, vio en este camino una solución más sencilla a su escasez económica, además ya no tendría que llamar a la finca de su familia, a pedirles un auxilio extra a sus padres quienes solo viven en Pro de su bienestar.
En marzo el joven ya estaba trabajando para la fuerza pública consiguiendo información, le parecía una aventura detectivesca de esas que los niños ven en el cine.
En julio después de las elecciones y el sorteo de cargos viajo con sus amigos a una provincia, allí conoció al amigo de un amigo cuyo padre tendría negocios ilegales utilizando su empresa de fachada, el joven decidió informarlo a sus superiores por medio de fotografías tomadas en su nuevo celular, denuncio al padre de su amigo el cual fue sentenciado a solo 8 meses de cárcel por falta de pruebas y por colaborar con la justicia.
En septiembre, el joven amaneció muerto en uno de los lotes despoblados de la ciudad, con un solo tiro de gracia en la cabeza. Es el lado oscuro de la croactividad[1].
Nadie informo su muerte al das, ¡qué ironía!
Ahora, sus padres tienen una deuda con el icetex la cual se ha convertido en algo insaldable e insaciable.
HOMBRE QUE HABLABA CON DIOS
Nosotros vivimos en un hotel desde que abandonamos la vida común, siempre fue un lugar muy hermoso, la edificación estaba construida en madera maciza y bambú gramíneo, sobre la arena más blanca del mundo, bajo los cielos del renacimiento y frente al mar menos sosegado que existe, en el borde de la nada.
Después de la ceremonia de grado en el colegio, huimos de la falsa sociedad lo más rápido que se pudo, hacia la playa más remota, desolada y paradisíaca que encontramos. Trabajábamos como empleados durante varios años, ayudando al Sr. Roth, el viejo gerente que descubrió por primera vez el hotel en medio de su búsqueda alquimista. Terminamos ocupándonos de las labores de la cocina, a cambio de hospedarnos por algún tiempo. Recibíamos a los visitantes, limpiábamos todos los cuartos y en la noche, en nuestros tiempo libre, realizábamos rituales sobre la arena para intentar de alguna forma comunicarnos con Dios.
Allí estaba el, conmigo, intentando ser otro
Refugiándose en mi cordura y yo en su razón,
Hablaban de una historia en un plano subyacente
Donde existía una parábola:
“El creía que era la victima
Pero en realidad, fue él mismo un traidor”
En su monotonía eran dos teólogos
Dos idealistas rivales que consagraron su vida a la ciencia,
A refutarse el uno al otro
Cuando fallecieron, llegaron a tocar el resplandor del cielo
Y se dieron cuenta que en realidad son el mismo hombre
El ortodoxo y el hereje, el acusador y la victima, el artista y el desgraciado siempre
fueron la misma persona.
Sabíamos que existía un Dios, pero no entendíamos donde, en su búsqueda, experimentamos todas las formas posibles para encontrarlo, utilizando todos los vehículos y medios que pudimos hallar para establecer una conexión real, una transmisión perceptible, visual y palpable de su mensaje. Con la ayuda de los viajeros repentinos y los peregrinos, intentamos muchas veces traspasar hacia otras dimensiones, abriendo portales místicos, recitando libros de magia negra, invocando espíritus, meditando profundamente y hasta orando con cánticos sagrados, tomados de las manos, bajo el efecto de la ayahuasca. Pero nada funcionó, no pudimos establecer ningún contacto con alguna forma extra corpórea, con ninguna dimensión energética fuera de este universo, no pudimos encontrar de ninguna forma a Dios.
En la primavera conocimos a un anciano persa que provenía del sur de irán, traía consigo toneladas de profecías, hablaba del infinito y de las poesías inertes de su pueblo, nos juró que podía invocar a los espíritus de sus antepasados con la tabla ouija, a cambio de dos noches en el hotel, comida y sal, accedimos a este acuerdo, preparamos esa misma noche una mesa en la playa y dibujamos el alfabeto en la superficie de una tabla rectangular de madera, tallamos encima de esta los números del uno al nueve y los monosílabos “si” y “no” según sus instrucciones. El persa nos hizo esperar hasta las dos de la mañana, puso cuatro velas al lado de la tabla y rezó seis plegarias en Farsi, luego puso nuestras manos sobre un triangulo que se “movía” de lado a lado, sobre las letras, para finalizar realizando un espectáculo teatral ridículo en el cual, simulaba que un enardecido espíritu le respondía a sus preguntas, convulsionando, arrojándose al suelo, escupiendo y modificando la voz para intentar aterrorizarnos con una supuesta posesión espiritual. Nosotros estallamos en carcajadas, con escepticismo puro. Hicimos que confesara la mentira, resultó ser un farsante, un sacerdote, un actor. Avergonzado decidió quedarse y descansar en la habitación mas barata que había disponible, nos dijo que nunca había conocido una playa más hermosa que esa, asimismo nos dio a entender que todos los habitantes del mundo estaban en su contra, pero a nuestro juicio, era el que estaba en contra de todos. Nos propuso intentar encontrar a Dios por medio de los sueños. Así que al día siguiente nos empecinamos en soñar un antepasado fallecido, un fantasma o un dios que resolviera nuestras preguntas: ¿Qué hay antes de la vida? ¿Que hay después la muerte? ¿Cuál es la causa originaria del universo? ¿Existen los dioses? ¿El alma? ¿Las reencarnaciones? ¿El nirvana? ¿El cielo? ¿Los espíritus? ¿Las predestinaciones? ¿Los milagros? ¿Los demonios? ¿La mala suerte? solamente pensábamos en hacer contacto durmiendo, desdoblándonos en el sueño. Con el pasar de los días empezamos a dormir mas horas, dormíamos seis veces en el día y toda la noche, sin embargo, el experimento nunca dio resultados, se volvió demasiado contraproducente para nuestro cerebro, haciendo que nuestra mente se saliera de control, logrando mostrar imágenes distorsionadas de la niñez en la vigilia, mezcladas con miedos y complejos, decidimos desistir entendiendo que la existencia es una ilusión real.
A la mañana siguiente el persa nos dijo que al parecer la meditación budista es el acercamiento más sensato y próximo a la conexión con la energía cósmica, frente al mar, en posición de loto, utilizando la respiración adecuadamente. Así que buscamos información y lo hicimos esa noche, estuvimos aislados de la conciencia por algún buen tiempo, meditando profundamente, sintiendo el poder del universo en nuestro sistema nervioso.
Los días pasaron imperceptiblemente frente a nosotros.
Aprendí que la experiencia en la tierra como seres racionales es el resultado de la causalidad del universo, la meditación me enseñó que el más allá no existe, mucho menos la vida después de la muerte, tampoco existen los fantasmas. Escuchamos una explosión al otro lado del mar, a lo lejos, las olas chocaron contra las rocas, como un rayo centelleante, El Sr. Roth nos dijo que estaba harto de los Apocalipsis fallidos, también de las guerras por poder y el petróleo. Él estaba bebiendo alcohol destilado, nos gritó que estaba cansado de nuestras sesiones de espiritismo y de tanto Rock and Roll, nos dijo que la conciencia antes de la vida no existe, también nos dijo que nuestros intentos por encontrar a Dios resultarían siempre inútiles.
Borracho y delirante el Sr. Roth se desplomó sobre la arena quedándose dormido. Mientras tanto yo me senté a escribir en mi bitácora que la búsqueda de Dios es siempre inútil. Después de llorar sobre mi propio muslo, encontré la paz en el silencio del mar. Caminé sobre la arena blanca hacia el amanecer, decidí nadar contra la corriente, sobre las olas. El mar estaba brumoso, la marea alta me arrastró hacia lo más profundo, halándome violentamente contra las piedras, ahogándome, llevándome consigo al interior de la muerte.
Atravesé el túnel.
Desperté después en el mundo en el que existo ahora, sin forma, sin tiempo, sin color. Donde el dolor y la tristeza no existen, rodeado de chamanes y tonalidades amarillas. Todos se arrancan la piel violentamente por conseguir otro cuerpo para habitar, animal o vegetal, todos quieren volver a la vida terrenal menos yo, no sé que será de mí, me quedaré en este limbo por siempre, hablando con Dios.
Esa tarde estaba sentado en el lugar menos apropiado de la sociedad, la silla de acusación de un juzgado penal especializado, en medio de una audiencia de imputación. Se me acusa del delito de utilización de información privilegiada sometida a reserva, varias personas en el público lloran aún por lo sucedido, mi nombre es William Peaf, soy historiador, experto en criptología y teología politeísta, me contrató la unidad de búsqueda de la policía para descifrar un jeroglífico, escrito en hebreo antiguo, un código milenario que contiene el secreto más preciado de la secta del Principio y el Fin, una antigua sociedad secreta de origen babilónico que ha preservado un conocimiento aterrador hasta el día de hoy, sus miembros, llevan tatuado sobre la piel de todo su cuerpo, las palabras de un Dios, el evangelio de Moloch, un peligroso escrito que ahora parece inquietar a todas las esferas de la sociedad, las organizaciones, las logias, los teólogos, los sacerdotes quieren saber lo que significa. Soy el único ser en el mundo que sabe cual es el secreto, pero no quiero revelarlo. En mí, reencarna la última generación desde el rey Nabucodonosor, el fundador, el primer ser el mundo que conoció la forma en la que finalizará el tiempo y el espacio, al parecer, el fin de todo lo que conocemos no va a suceder como todos creen.
II
Todo comenzó una mañana de mayo, el titular del periódico decía: ¡encuentran el cuerpo sin vida de un hombre a las afueras de la ciudad!.
Según leí fue torturado, presenta un avanzado estado de descomposición y en su piel, hay un tatuaje que le recorre todo el cuerpo. Luego de leer las noticias mas importantes en el diario desayuné, apague el televisor, salí de casa dirigiéndome a mi oficina, cerré la puerta con doble llave. Comencé a caminar por la calle, subí en el bus, intentando observar por la ventana como se lleva a cabo la opera absurda del día. Pensé entonces en cuando fui un niño, en esos momentos en los que creí que la realidad era algo diferente, tenia miedo del mundo exterior, me dolía la luz del sol en los ojos, estaba decepcionado de mi voz, de mi cuerpo, de la sociedad en general, de la forma insignificante que tenían mis dedos, soñaba con aprender toda la historia de la humanidad, veía la televisión, luego me atacaba una necesidad de reconocimiento insaciable, nunca comprendí por que todos los que salen en la pantalla aparentan ser perfectos, completamente agradables, libres de complejos, preocupaciones, los guionistas no se dan cuenta de que están educando a los niños con mentiras, con necesidad de reconocimiento. Con el tiempo, terminan por aplastar las pocas nociones de realidad que tienen los infantes con mujeres desnudas y publicidad malsana. Cuando crecí, escuché que una presentadora de televisión se lanzo del balcón de un edificio, me asombré mucho, no podía entender aquella dicotomia entre la apariencia y la realidad en si. Luego entré al colegio mas estrecho que existe, Leí a Corneille, A Heinrich Heine y a Racine, caminé junto a las personas mas necesitadas de reconocimiento, los jóvenes, agobiados por la sobre producción de endorfinas. Cuando llegué a la universidad, la necesidad de reconocimiento me atacó como un demonio hambriento, más que antes, a mi y a todos los adolescentes de mi generación, una necesidad de recibir atención, un monstruo social de titánicas proporciones, representado en el agobio del progreso, la competitividad desgarradora, los noticieros, los premios, las loterías. Las riquezas laborales destrozaron totalmente mi concepto de libertad, mis sueños de realización personal se fueron a la mierda, ese día me di cuenta de que había madurado. Al graduarme me convertí en el bibliotecario del museo de anatomía, soy quien organiza los libros por orden alfabético, estoy en el único museo que existe la ciudad, los pasillos del edificio guardan la memoria de los que lloran en las tinieblas.
Según leí fue torturado, presenta un avanzado estado de descomposición y en su piel, hay un tatuaje que le recorre todo el cuerpo. Luego de leer las noticias mas importantes en el diario desayuné, apague el televisor, salí de casa dirigiéndome a mi oficina, cerré la puerta con doble llave. Comencé a caminar por la calle, subí en el bus, intentando observar por la ventana como se lleva a cabo la opera absurda del día. Pensé entonces en cuando fui un niño, en esos momentos en los que creí que la realidad era algo diferente, tenia miedo del mundo exterior, me dolía la luz del sol en los ojos, estaba decepcionado de mi voz, de mi cuerpo, de la sociedad en general, de la forma insignificante que tenían mis dedos, soñaba con aprender toda la historia de la humanidad, veía la televisión, luego me atacaba una necesidad de reconocimiento insaciable, nunca comprendí por que todos los que salen en la pantalla aparentan ser perfectos, completamente agradables, libres de complejos, preocupaciones, los guionistas no se dan cuenta de que están educando a los niños con mentiras, con necesidad de reconocimiento. Con el tiempo, terminan por aplastar las pocas nociones de realidad que tienen los infantes con mujeres desnudas y publicidad malsana. Cuando crecí, escuché que una presentadora de televisión se lanzo del balcón de un edificio, me asombré mucho, no podía entender aquella dicotomia entre la apariencia y la realidad en si. Luego entré al colegio mas estrecho que existe, Leí a Corneille, A Heinrich Heine y a Racine, caminé junto a las personas mas necesitadas de reconocimiento, los jóvenes, agobiados por la sobre producción de endorfinas. Cuando llegué a la universidad, la necesidad de reconocimiento me atacó como un demonio hambriento, más que antes, a mi y a todos los adolescentes de mi generación, una necesidad de recibir atención, un monstruo social de titánicas proporciones, representado en el agobio del progreso, la competitividad desgarradora, los noticieros, los premios, las loterías. Las riquezas laborales destrozaron totalmente mi concepto de libertad, mis sueños de realización personal se fueron a la mierda, ese día me di cuenta de que había madurado. Al graduarme me convertí en el bibliotecario del museo de anatomía, soy quien organiza los libros por orden alfabético, estoy en el único museo que existe la ciudad, los pasillos del edificio guardan la memoria de los que lloran en las tinieblas.
Sonó el teléfono. Contesté.
Es el detective Rolando Arias, me dice que requiere de mis servicios. Debo dirigirme hacia la sala de investigación de la clínica central, me necesitan para analizar un caso muy extraño que llegó de la morgue. Antes de llegar a mi oficina, bajé del bus, tomé un taxi hacia la clínica central, creo que las calles de enfrente del museo no me han gustado nunca. El detective Arias me ha llamado varias veces para investigar algunos casos, sobre todo, los de anormalidades fisiológicas en los cadáveres. La última vez me pago muy bien, espero ganarme por lo menos el doble esta vez, son mis horas extras.
Mientras me dirijo hacia la clínica miro fijamente por la ventana del taxi, pienso en la inspiración, en el preciso momento en el que se concluyen las ideas en la cabeza. Me gusta ver a los transeúntes tras la ventana, viviendo la opera absurda del tiempo. Al llegar a las instalaciones pude ver el riguroso sistema de seguridad que rodea el lugar, hay demasiadas camionetas frente a la morgue, en la puerta, varios policías armados tienen la mirada como la de los guardias en la entrada del averno. Llamé al detective Arias, me permitieron el ingreso a la instalación. Tomé el ascensor hasta el noveno piso, me siguieron dos policías con chaleco azul hasta la puerta del salón de autopsias.
Al llegar lo vi, allí estaba, sobre la camilla de cirugía: el cuerpo sin vida del ultimo miembro de la Secta del principio y el Fin, con la piel tatuada en su totalidad, la espalda, los brazos, los muslos y la cabeza. Olía a carne podrida, el ambiente estaba muy tenso, habían demasiadas personas reunidas al rededor del cadaver, estaban interesadas en conocer el significado de los jeroglíficos en hebreo del tatuaje. Ordené desocupar el lugar y analicé el cadáver, deduciendo por fin el mensaje de Moloch.
Mientras me dirijo hacia la clínica miro fijamente por la ventana del taxi, pienso en la inspiración, en el preciso momento en el que se concluyen las ideas en la cabeza. Me gusta ver a los transeúntes tras la ventana, viviendo la opera absurda del tiempo. Al llegar a las instalaciones pude ver el riguroso sistema de seguridad que rodea el lugar, hay demasiadas camionetas frente a la morgue, en la puerta, varios policías armados tienen la mirada como la de los guardias en la entrada del averno. Llamé al detective Arias, me permitieron el ingreso a la instalación. Tomé el ascensor hasta el noveno piso, me siguieron dos policías con chaleco azul hasta la puerta del salón de autopsias.
Al llegar lo vi, allí estaba, sobre la camilla de cirugía: el cuerpo sin vida del ultimo miembro de la Secta del principio y el Fin, con la piel tatuada en su totalidad, la espalda, los brazos, los muslos y la cabeza. Olía a carne podrida, el ambiente estaba muy tenso, habían demasiadas personas reunidas al rededor del cadaver, estaban interesadas en conocer el significado de los jeroglíficos en hebreo del tatuaje. Ordené desocupar el lugar y analicé el cadáver, deduciendo por fin el mensaje de Moloch.
III
La secta del principio y el fin es una antigua logia cuyo fin es la preservación de un escrito secreto, el texto que el dios Moloch le entrego al supremo rey de babilonia, solo su hijo, el príncipe, pudo conocer el mensaje del fin del universo, a su vez, el hijo convertido en rey transmitió el mensaje a sus hijos. El código se preservo de generación en generación, reproduciéndose sobre la piel del sucesor, hasta el día de hoy, ocultándose de los inquisidores por milenios enteros, preservando el secreto, cumpliendo con su divina misión. El cadáver recostado sobre la camilla es el ultimo de su estirpe, es el heredero de 99 generaciones de sectarios ocultos en el misticismo y la clandestinidad, el orgullo de su linaje familiar, nadie sabe con exactitud quien fue el asesino. Los investigadores creen que el tatuaje contiene la respuesta a la vida mas allá de la muerte, pero en realidad contiene algo peor y solo yo lo sé. Mi abogado dice que puedo guardar silencio. La pronunciación del evangelio de Moloch puede ocasionar la ira del Dios creador. La cólera de Moloch destruirá todo lo que conocemos, provocando el silencio que antecede las grandes explosiones: el fin del universo.
El fiscal me esta interrogando, quiere saber lo que dice el tatuaje en la piel del cadáver, él cree que es una pista para encontrar al asesino, me encuentro en la situación menos ventajosa para un miembro de la sociedad, la silla de acusación de un juzgado penal especializado, en medio de una audiencia de imputación. Quiero defender mi secreto profesional para salvar el universo de una implosión inminente, pero estoy harto de que me mientan. El juez me mira como si yo fuera un delincuente. Me cansé de todo, me cansé de cumplir mi absurdo rol en la sociedad, me cansé de toda esta farsa que inventaron para tenernos sometidos a un sistema de esclavitud perfecto, me canse de sonreír cuando no quiero, me aburrí de combatir contra la necesidad de reconocimiento que la televisión nos enseñó cuando éramos niños. Así que, pronuncié las palabras del código que descifré del tatuaje. Esa tarde, mientras yo rendía mi interrogatorio en el juzgado, el universo explotó, acabando con todo lo que existe en una milésima de segundo. boom!
ENSAYOS
LA PROBLEMÁTICA RESPECTO A LA PARABOLA DE LAS FORMAS VISIBLES EN LAS NUBES
La naturaleza humana, en su más abundante esplendor, verifica a través de patrones uniformes, al parecer, un elemento y/o conducta que reside en cada uno de los individuos vivientes, sin excepción alguna: el deseo de alcanzar los más profundos anhelos.
El anhelo, por naturaleza, se entiende como ese deseo vehemente, es decir, de fuerza impetuosa, ardiente y llena de pasión, que subordina la misma mentalidad del individuo a encaminar su conducta a una simple y llana realización de un querer. Desafortunadamente, muchas veces sin un poder.
Las nubes, por su parte, siguen allí.
Fue Kant, como máximo exponente del idealismo filosófico alemán, el que trato y analizo las pasiones de los individuos, criticando la obnubilación que estas, en abundancia, crean dentro de la esfera del entendimiento humano. ¿Acaso quién dice que soñar es malo? Si lo es, preferiría nunca despertar. El mundo es cuestión de perspectivas, alternativas. La relatividad consecuente, uniforme, es casi tan ilógica como una ecuación matemática sin aspecto lineal y lógico. Las formas, ciertamente, no se crean, por sí mismas, sin ser antes pensadas y ahora pienso en lo amorfo que por esa misma causa lo es este texto, que escribo para tratar de encontrarme a mí mismo.
Las nubes, por su parte, siguen allí. Están tranquilas, simplemente flotan.
¿Acaso en que piensa una nube? , ¿Pensara en la insignificancia incoherente que se solidifica en la infraestructura humana, que, en vano, trata de alcanzarla? ¿Pensara en el hecho de que no puede ser pensada y es esta misma la que, compuesta de agua y cristales de nieve (microscópicos y suspendidos en la atmosfera), crea formas y figuras para deleitar el ramplón humor humano? Ahora es cuando la mente se abre y las ideas y representaciones se aposentan sobre cualquier condición.
La representación visible del conjunto de anhelos humanos se manifiesta en diversas formas, y, en ese caso ¿por qué no materializar nuestras revelaciones, sueños y epifanías en las nubes? La nube, por su propia conformación molecular y física, es amorfa. Estéticamente, para algunos, una aberración. Imaginablemente, para otros, el arte interior de cada quien, materializado casi que en una verdad, que, sin más, te hace feliz. Soy fiel a ser totalmente partidario de una teoría que ni siquiera existe, fundamentada en dar vida a imágenes propias, modificando molecularmente y a tu antojo una nube, en toda su conformación estética; como producto de un incremento arrasador, de determinado sueño o deseo, a través del mismo mecanismo fisiológico de la percepción, que precisamente permite visualizarlo y darle forma en una nube.
Luego de eso, las reacciones varían. Lo común es condescender una sonrisa en dirección al cielo.
La sistemática de las sonrisas se mide o analiza de manera diferente, en cada rostro, y ahora, sediento de poder soñar, como todos los demás, divago en la cúspide de mi ser, plasmando casi que en el viento, las respiraciones desalentadoras de lo que se suele describir como el ayer. El ser, per se, tiende a ocultarse bajo un matiz netamente imaginativo en aras, sin más, de huir de su cotidianidad y quizá descubrir, a la vez, algo más de sí mismo. Sin la necesidad de recurrir a un mecanismo diferente, el fisiológico de la percepción (como medio instrumental), los anhelos pueden casi que visualizarse sobre la superficie densa de la nube, en un primer momento, mientras que con ayuda imaginativa y perceptiva se puede terminar de moldear la forma determinada, o más bien adaptar a una realidad física dicha imagen particular. ¿Proveniente de donde? , de lo más profundo del ser, sumiso en si mismo.
Inevitablemente, el individuo interiorizara que la realidad de esa nube no es más que ficticia, imaginativa, artificialmente visualizada, lo que significa que su realidad y forma, bajo ninguna circunstancia podrán ser modificadas, y mucho menos a la obediencia de un anhelo indeterminado. La realidad, ciertamente, puede mutar a nuestro parecer como producto de la subjetividad objetivada. Nuestras quimeras permiten, muchas veces, visualizar en el entorno físico, a través de formas e imágenes surrealistas, nuestros más profundos sueños. Y nosotros, convencidos de nuestra alucinación, llegamos a creer plenamente en su existencia palpable y perceptible. La mente humana, sin lugar a duda, es el instrumento más útil y a su vez recóndito. Más estéril y a la vez ordenado. Furtivo y latente. Con toda certeza, la mente y su entera composición está diseñada para ser una herramienta casi que inagotable en ideas, dinamismos, laboriosidades y afanes. El raciocinio se queda ciego. No existe limitación alguna; mirando al cielo, para la imaginación y el idealismo humano. Las ideas, ahora, tienen la tendencia de quedarse levitando en el entorno; dóciles, ligeras y resignadas esperan una pronta aprehensión y posterior materialización.
Las nubes, por su parte, siguen allí.
Solo queda recostarse en los fragmentos de la nada, de la resistencia, de las artimañas y espejismos. Ahora es cuando la mente muestra su más grande esplendor; se satisface a sí misma, cambia de color y reflejando el producto de los más profundos anhelos se encarga de crear una realidad adversa… emplazando a vivirla a todo aquel que esté dispuesto a hacerlo; el que no tenga miedo a soñar.
Gabriel Vargas Fety
EL ROL DE LOS ARTISTAS EN LAS PEQUEÑAS REVOLUCIONES
Las sociedades modernas engañan a sus habitantes haciéndoles creer que la felicidad se encuentra en el conformismo y en el consumismo de productos creados en el mercado, convirtiendo la existencia humana en una vacía rutina basada en comprar, vender, trabajar, conseguir, como una insaciable insatisfacción de deseos constante que no se detiene, dependiendo siempre de las revoluciones que realizan las demás personas para evolucionar la conciencia, de alguna forma, observando desde lejos como se crean nuevas formas de pensamiento, como se descubre algo nuevo en el plano científico, como se tocan las notas musicales, como se pinta un cuadro, etc.
Siempre que ha habido una revolución social en la historia esta ha sido precedida por una revolución cultural, forjada por una larga y dialéctica discusión en el plano de las ideas, liderada por los libre pensadores de la época, los artistas han contribuido desde los inicios de la humanidad a expresar los pensamientos de la colectividad en sus diferentes estructuras, por medio de formas, creando conciencias colectivas frente a una misma idea que se cree injusta, representando el inconformismo de quienes se atreven a pensar, revestidos por una impaciente e incorruptible voluntad de verdad. La colmena de asfalto en la cual vivimos se edifica por medio de unas instituciones que se petrifican y envejecen en conceptos por el paso del tiempo, cuando no son dinámicas, después de muchos periodos funcionando de la misma forma, sin renovaciones que incentiven la inclusión de nuevas filosofías, estas instituciones se estancan, por esto surgen las revoluciones, como un motor histórico que evoluciona lo establecido, destruyendo o modificando drásticamente lo que ya existe y se considera errado, como respuesta a una necesidad. Las preguntas puedes ser varias. ¿Están los líderes de la colectividad respondiendo a las necesidades de los asociados? ¿Existe un control suficiente para la no acumulación de poder en una sola rama del estado? ¿Están diciéndonos la verdad realmente?, si la respuesta es negativa la furia de los inconformes , los artistas, los filósofos y los libre-pensadores se desborda por la voluntad de hacer del entorno y la vida en sociedad un lugar cada vez mejor, más equitativo y democrático.
Hasta en las sociedades más pequeñas como la familia, el conjunto de amigos o, en las más funcionales como la academia, existen pensadores que siembran la semilla de la ideología adecuada para aplicar al modelo económico, político o social que se está utilizando, en beneficio de su perfeccionamiento. Algunas veces los modelos que se utilizan fallan por la anestesia, la sordera y la adicción de sus operarios, el rol de los artistas en las pequeñas revoluciones es un paso casi espiritual hacia la concientización de las circunstancias erradas y de las mentiras que nos dicen por la TV y los diarios, porque son los artistas los encargados de representar por medio de símbolos e imaginación lo que sucede injustamente en la realidad, sea cual sea, mucho más cuando los estados se duermen y se los lleva la corriente. Es mucho más gratificante cuando la corriente es creada por obras de arte que logran su objetivo en la mente de las personas. Los momentos más silenciosos son los más importantes[2], como las relaciones interpersonales más básicas que tienden cada día más hacia el posicionamiento del individuo como centro de las decisiones libres por tomar.
Las revoluciones comienzan en el corazón de los hombres, luego se expanden por ósmosis en las familias y con el tiempo la sociedad se contagia y modifica sus estructuras, en busca del cumplimiento de las garantías que el estado está obligado a satisfacer para con los individuos.
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